lunes, 10 de mayo de 2021

"Lobisón" (Ginés Sánchez) | miércoles 12 de mayo | 20 h

 

ENCUENTRO CON GINÉS SÁNCHEZ




Un día el Zacarías Zárate se metió dentro de un perro negro. Yo lo vi cuando lo hizo. Él se había caído en la nieve y con mucha sangre. Entonces vino el perro negro y el Zacarías Zárate se fue por el suelo y se le fue metiendo al perro por la boca y por los ojos hasta que ya no hubo más Zacarías Zárate y solo hubo perro. Por eso los perros negros me ladran cuando me ven. Es por eso por lo que yo los mato. 

Antes de nada, queridas legiones de fans –aunque más correcto sería decir hordas- no os echéis las manos a la cabeza, y bajad los palos, antorchas y las espadas y alejaos del castillo. No os estoy traicionando, no me he vendido, no soy un chaquetero. Sigo siendo fiel a los vampiros, porque haberlos haylos, y sigo sin creerme el invento ese de los hombres lobo. Así que moderación y dejad que me explique antes de que sea falsamente acusado, sumariamente  juzgado y torpemente ejecutado.

Ya simplemente viendo la portada de “Lobisón” y semejante título (hombre lobo en portugués), se intuyen por dónde van a ir los tiros. El primer párrafo del libro, el que he anarroseado al comienzo de la reseña, los confirma. Lobisón es y/o no es una historia de hombres lobo.

Lobisón se ambienta en la actualidad pero ese dato es algo que no se sabe con seguridad hasta algo avanzada la trama. Parece que el autor quiere hacernos ver así lo incrustadas que permanecen en algunas zonas rurales las supersticiones y “cuentos de viejas”: la maldición de ser el séptimo hijo varón, la forma de anular dicha maldición… No obstante, en Lobisón no hay ningún elemento sobrenatural, no veremos a ningún hombre transformándose en lobo ni viceversa ni cazadores con balas de plata… (Para compensar, tampoco hay vampiros). 

La mayor parte del libro está escrito en primera persona desde el punto de vista de Adrián, un adolescente mudo* y autista aunque no diagnosticado, con una fraseología peculiar y rústica (frases cortas y repetitivas) propia de un niño de pueblo. (Puede que no venga ahora mismo al caso pero, en según qué momentos me recordaba a “Las Ratas” de Delibes). Todo lo que le ha sucedido o lo que recuerda de ello nos lo cuenta Adrián con su propia forma de entender y asimilar lo que le rodea y con esa manera suya de expresarse.  Además, a Adrián no le gusta dormir bajo techo, cuenta de manera obsesiva las piedras que tiene y algunas noches le dan ataques en los que mata gallinas, sapos, perros…

Pero Adrián no es malo ni conoce la maldad. En cambio, el resto del mundo sí lo es y cuando tiene que defenderse de sus ataques lo hace de forma desproporcionada, como mejor sabe, porque a él también le atacan de forma desproporcionada. No se adapta en el colegio (¿cómo va adaptarse si es autista?) y sus compañeros se burlan de él, le llaman lobisón, le pegan e incluso orinan sobre él.

Muerta su madre y ausente el padre por motivos que no desvelaré, él único de sus seis hermanos que le acoge es Zenón. Con él y su novia recorrerá España en una furgoneta trapicheando, y aprenderá a usar la “culebra”… El resto, lo que no nos cuenta Adrián, nos lo cuenta su padre, el Zacarías Zárate, en forma de cartas, también de un modo curioso y también en primera persona, completando así las lagunas de las que Adrián no es consciente.

¿Qué puedo decir? Me ha enganchado y mucho. Pensaba que iba a ser de una forma distinta, pero me ha gustado el derrotero que ha tomado. Está muy claro que el padre está enfermo, pero lo que no está tan claro es lo de Adrián. Ginés Sánchez ha mezclado elementos sociales con elementos del folclore de forma sutil, casi inadvertida, propiciando que haya quien piense que es un adolescente autista sin más, y que haya también quienes piensen que algunas noches Adrián se convierte en hombre lobo. Indicios para decantarse por una u otra opción no faltan, y además es mejor así, que el lector piense lo que quiera… o lo que más le convenga.




Es admirable también que ésta sea la primera novela de Ginés Sánchez y sorprende agradablemente en dos aspectos: primero en lo ya dicho sobre el lenguaje. No es fácil escribir así. Lo parece, pero no lo es. (Yo mismo he intentado hacer esta reseña imitando el estilo del libro, pero al final me he dicho: ”déjalo, que esto cansa mucho y además mis hordas ya me miran mal y en cualquier momento entran al castillo”). Hacer que esta clase de lectura sea fácil lleva muchísimo trabajo detrás y hay que tener muy claras las ideas y el esquema que las soporta.

En segundo lugar por tratar un tema que, lejos de lo que pueda pensarse, tiene mucha tradición en la península (ahora mismo se me ocurre la excelente cinta española “Romasanta” acerca del “Sacamantecas”). Pero además el enfoque que Ginés Sánchez ha usado en Lobisón es el de mezclar folclore y leyenda con la realidad social –puede que incluso sea una crítica velada a la actual crisis- mezclándolas sin dejar notar la línea de separación pero inclinando la balanza de Zacarías hacia el lado de la enfermedad/realidad, y la de Adrián, una vez expuestos los hechos, del lado que nos parezca.
Yo lo tengo claro, pero no pienso decir ni mú.

Desde luego es una lectura muy recomendable, muy bien elaborada que mantiene la curiosidad de lector página tras página.

Nada mal para ser la primera novela. Habrá que vigilar a Ginés Sánchez.

(*) Nacer el 24 de diciembre, ser el séptimo hijo varón, o perder la capacidad del habla, son algunos síntomas de licantropía. No digo nada y lo digo todo. No, en serio, que quede como un dato más que voy soltando al azar…

DIEGO PALACIOS MARSUACH
https://www.librosyliteratura.es/lobison.html
 




Escritor y abogado español, Ginés Sánchez se ha mostrado como un gran viajero, trabajando en los más diversos oficios desde Dublín a La Habana.

Con Lobisón, su primera novela, Sánchez fue elegido como Nuevo Talento Fnac y en 2013 resultó ganador del Premio Tusquets gracias a Los gatos pardos, su segunda novela.


Obra
Las alegres, 2020
Mujeres en la oscuridad, 2018  
Dos mil noventa y seis, 2017  
Entre los vivos, 2015  
Los gatos pardos, 2014  
Lobisón, 2012