domingo, 14 de febrero de 2016

JAVIER REVERTE




Javier Reverte es madrileño y estudió Filosofía y Periodismo. Ejerció como periodista durante casi 30 años, trabajando como corresponsal de prensa en Londres, París y Lisboa, y como enviado especial en numerosos países de todo el mundo. También ha ejercido como articulista, cronista político, entrevistador, editorialista, redactor jefe de mesa, reportero del programa “En Portada” de RTVE y subdirector del desaparecido diario “Pueblo”.






























En su faceta de escritor, es autor de varios libros de viajes que han tenido una gran acogida entre los lectores españoles. Algunos de sus títulos son “Trilogía de África” (“El sueño de África”, “Vagabundo en África” y “Los caminos perdidos de África”), “Corazón de Ulíses”, “Billete de Ida” (antología de sus reportajes viajeros), “El río de la desolación” (un viaje por el Amazonas) , “La aventura de viajar” (memorias de diversos viajes a lo largo de su vida), “El río de la luz” (un viaje por Alaska y Canadá) y el recientemente aparecido “Un verano chino”.


Entre sus novelas destacan “Todos los sueños del mundo”, “La noche detenida”, “El médico de Ifni”, “Venga a nosotros tu reino” y “Barrio Cero”. 

Es autor de una biografía –“Dios, el Diablo y la Aventura”- sobre el sacerdote madrileño Pedro Páez, el primer europeo que alcanzó a ver las fuentes del Nilo Azul, en Etiopía.



          Escritores viajeros en el siglo XXI


Además de prosa, ha cultivado la poesía. Su libro “Trazas de polizón”, publicado en el 2005, reúne tres poemarios. 

En 2011 publicó el libro “Poemas Africanos”.


LAS FALDAS DE MI TIENDA

He de añorar, hasta la hora de mi muerte,
una manta en el suelo,
en soledad, bajo la falda de mi tienda,
soñando una mujer que, tendida a mi lado,
pinte una risa alegre entre sus labios
y admire, como las madres justas y burlonas,
la torpeza infantil de mis hazañas.
Y que luego me abrace y me divierta
como saben hacerlo las hembras descaradas.

Más allá de mi tienda, quiero sentir el pulso
de la montaña vieja que guarda mis espaldas
y notar en mi vientre el viento silbador
que levanta las faldas de mi tienda.

Y escuchar el quejido del búho
y la tos del chacal
los pasos tenebrosos de la noche
donde no somos nada o quizás somos todo.

Pues la noche es angustias,
recuerdo de tus muertos, dolor de tus fracasos.
Pero es ansia también de orgullos necesarios,
la altivez de tu casta y el trono del valor.

Anhelo ese instante íntimo del miedo,
en soledad,
cuando busco coraje donde sólo hay abismo,
donde me crezco hombre
mientras aúlla el viento bajo el cielo de piedra
y levanta las faldas de mi tienda.
Noches al fin y al cabo,
noches que nos dominan, las noches victoriosas,
noches que se detienen desde el final del tiempo,
noches que nunca engañan,
noches en duermevela en las que a nadie debes
y nadie, al mismo tiempo, a ti te deba nada.

Y gime el ”haboob”, lúbrico:
trae lamentos lascivos,
susurros sin palabras
que levantan las faldas pudorosas de mi tienda
y me dejan desnudo bajo la noche brava.

(Wadi Halfa, Sudán, 2000)






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