jueves, 10 de marzo de 2011

LECTURA DEL MES: "Escritos de un salvaje", conjunto de escritos de Paul Gauguin.



"Los indígenas se mueven con frecuencia durante la noche pero descalzos y silenciosos. Siempre este silencio. Entiendo por qué esta gente puede permanecer horas, días sentada sin decir una sola palabra y mirando al cielo con melancolía. Siento todo esto que va a invadirme..."


(Carta a Mette, Tahití, julio de 1891)







"Noa noa es una expresión de la lengua de los Maoríes: de esa raza de hombres, venidos de no se sabe dónde, que poblaron la Polinesia antes de que los europeos desembarcaran y se apoderaran de ella. En lengua maorí, noa significa “perfume”. Y si repetís la palabra, noa noa, decís “muy perfumado”.


Pero si escribís NOA NOA en letras mayúsculas, dais con el título de un libro de Paul Gauguin, que el pintor escribió a mano. Eso fue en 1894, en el curso de algunos meses que pasó en París, entre dos estancias en Tahití. Más tarde, en 1896, retomó el manuscrito. Añadió textos. Añadió, sobre todo, imágenes: pinturas a la acuarela y grabados en madera. Mediante sus imágenes y palabras, Paul Gaguin quiere dar testimonio de lo que esas dos estancias en esas lejanas islas, la primera solamente en Tahití, la segunda en Tahití y después en las islas Marquesas, aportaron a su arte y a su pensamiento.

Lo esencial queda dicho en el título del libro: la aventura física y moral del pintor en medio de ese pueblo y de ese país exótico adquirió, para él, el encanto profundo, sensual y mareante de un perfume".

Marc Le Bot

PAUL GAUGUIN



Eugène Henri Paul Gauguin (París, 7 de junio de 1848 - Atuona, Islas Marquesas, 9 de mayo de 1903) fue un pintor post-impresionista. Jefe de filas de la Escuela de Pont-Aven e inspirador de los Nabis, su obra está considerada entre las más importantes de entre los pintores franceses del Siglo XIX. Sus experimentos con el color y el conjunto de su obra influyeron en la evolución de la pintura, en especial sobre el fauvismo, movimiento que se desarrolla entre 1898 y 1908. Nace en París el 7 de junio de 184 en el seno de una familia liberal. Su madre, Aline Marie Chazal, era descendiente de terratenientes españoles de América del Sur y del virrey del Perú. La vida de la feminista y escritora Flora Tristán, abuela de Paul Gauguin, corre por las páginas de “El Paraíso en la otra esquina”, novela del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

Cuando Paul contaba sólo con un año, la familia tuvo que huir a América tras el golpe de Estado de Napoleón III en 1851. Durante el viaje su padre murió y su madre tuvo que recurrir a la hospitalidad de sus parientes en Lima (Perú). En 1855 regresan a Francia. Gauguin estudiará en Orleans entre 1859 y 1865, y siendo aún muy joven se embarca en la marina mercante, y luego en la Armada Francesa, en la que sirve a bordo de la corbeta Jerôme Napoléon. A su regreso a Francia, en 1870, trabaja como agente de cambio en la Bolsa de París, llevando una vida acomodada junto a a su mujer, la danesa Mette-Sophie Gad, y sus cinco hijos.



En 1874, Gauguin conoce la obra del pintor Camille Pissarro y visita por primera vez una muestra de pintura impresionista. Se aficiona al arte, lo que le lleva a tomar clases de pintura y a hacer sus primeros intentos de creación en este terreno. En 1882 deja su trabajo en la Bolsa para dedicarse por completo a su nueva pasión, la pintura. Tras una estancia en Dinamarca con su familia, decide regresar solo a París en 1885 para dedicarse exclusivamente a la pintura. Gauguin se traslada a Ruán, en Normandía, en donde se ha instalado Pissarro.

En 1887-88 viaja junto a su amigo Laval a Panamá y la Martinica. Este viaje resultará fundamental para su futuro artístico, pues le mostrará la sensualidad del color y le llevará a interesarse por la naturaleza primitiva. Regresa enfermo y abatido, y encuentra la hospitalidad de Theo Van Gogh, quien además expondrá sus pinturas en su propia galería.



Entre 1886 y 1891 vive principalmente en Bretaña, en donde forma parte de un grupo de pintores experimentales conocidos con el nombre de Escuela de Pont-Aven, germen del llamado simbolismo (Grupo de los Nabis). Gauguin comienza a buscar inspiración en el arte indígena, en las vidrieras medievales y en las estampas japonesas; estas últimas las descubre gracias a Vincent Van Gogh durante los dos meses de 1888 en que viven juntos en Arlés, sur de Francia. Trabajan juntos y pintan la serie de vistas de Alyscamps, pero la convivencia va deteriorando su amistad y acabará con el famoso episodio de la oreja cortada del holandés.


Arruinado y enfermo, Gauguin se embarca en 1891 hacia la Polinesia. Se establece en Tahití y empieza también a redactar un relato autobiográfico ("Noa Noa"), pero una enfermedad en los ojos, la soledad y la falta de dinero le obligan a regresar a Francia junto a su compañera javanesa Ana. En Francia recibe la inesperada herencia de su tío Isidoro, y consigue vender unos pocos cuadros, por lo que regresa ya de modo definitivo a Polinesia. Influido por el entorno tropical y la cultura polinesia, anticipa el arte abstracto: simplifica aún más las composiciones y subraya la preponderancia del color. Crea esculturas en madera, e instalado en Tahití –donde conocerá a Tehura, una de sus modelos- llega a pintar cerca de setenta lienzos en unos pocos meses, de entre los que encuentran los más representativos de toda su obra, como "¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?", que él mismo considera su testamento pictórico.


Tras algunos años de felicidad, los continuos problemas económicos y personales (su hija preferida, Aline, muere) le hunden. También tiene problemas de salud: una herida en la pierna que no consigue curar desde 1894, una crisis de sífilis... Hacia los últimos años de su vida formó pareja y tuvo un hijo, Émile, con Pau'ura, una joven de las islas Marquesas. En 1897 intenta suicidarse, y sobrevive prácticamente en la miseria con una pequeña pensión que desde París le envía un amigo. Decide entonces establecerse definitivamente en las Islas Marquesas para volver a encontrar la inspiración. En 1901 llega a Atuona (en la isla de Hiva-Oa), Islas Marquesas. Gauguin cree estar en el paraíso… hasta que conoce los abusos cometidos por las autoridades, y emprende una campaña en defensa de los indígenas. Durante esta época se dedica a realizar esculturas "primitivas" (principalmente tallas y bajorrelieves en madera). Fallece el 9 de mayo de 1903.


sábado, 29 de enero de 2011

LECTURA DEL MES: "La invención de Morel", de Adolfo Bioy Casares




Esta historia tiene un origen que no permite deducir el sorprendente final. Narrada en primera persona por un protagonista cuyo nombre nunca se dice, la acción transcurre plácidamente, sin estridencias. Comienza con la llegada del protagonista a una isla aparentemente desierta, con el propósito de aislarse del mundo. Se decía que la isla había sido declarada en cuarentena a causa de una misteriosa enfermedad, y, por tanto, la soledad estaba garantizada. Sin embargo, tras los primeros paseos, el protagonista se encontrará con un nutrido grupo de personas, aparentemente veraneantes, a quienes observa desde lejos, evitando ser descubierto. Estas personas aparecen tan solo a ciertas horas del día, y se dedican a una serie de actividades que el protagonista no logra comprender en un principio...

En "La invención de Morel", el carácter "científico" de lo fantástico –es decir, la invención de una máquina capaz de captar para la eternidad a un grupo de amigos y a su inventor– se conecta con una visión cíclica del tiempo. Más allá de este prodigio, el relato fascina a sus lectores mediante la narración de esos sucesos desde distintas perspectivas: está la visión del fugitivo que llega a la isla, la de Morel en su diario, y la de un editor en sus notas. Pese a la explicación seudocientífica del final, la incertidumbre permanece.

Por otra parte, la novela muestra una clara influencia del cine, no sólo por la proyección de esos espectros –hoy diríamos virtuales– que pueblan la isla, sino porque en la misma escritura se deja ver cierta analogía con el lenguaje fílmico. La preocupación por la inmortalidad y el clima paranoico y de encierro en una isla –como en "Plan de evasión"– aluden a la situación de desesperanza global que se vivía hacia 1940 con la Segunda Guerra Mundial como paisaje de fondo.

Y está, también, esa extraña historia de amor...

ADOLFO BIOY CASARES


Escritor nacido en 1914 en Buenos Aires, falleció en esa misma ciudad en 1999. Iniciado muy joven con una serie de relatos impregnados de surrealismo y luego no recogidos en la madurez, fundó en 1935 la revista Destiempo junto con Jorge Luis Borges. Con él escribió varios volúmenes de novelas policiacas, mezclados con observaciones irónicas sobre la sociedad argentina y suscritos con diversos seudónimos: H. Bustos Domecq, B. Suárez Lynch, B. Lynch Davis y Gervasio Montenegro. Su principal personaje es el detective Isidro Parodi. En novelas, cuentos y guiones de filmes, Bioy ha estudiado mitos clásicos revividos en la modernidad, aspectos paranormales de la vida y la psicología del amor.
Entre sus títulos más notorios están: las novelas "La invención de Morel" (1940), "Plan de evasión" (1945), "El sueño de los héroes" (1954), "Diario de la guerra del cerdo" (1969), "Dormir al sol" (1973) y "Aventuras de un fotógrafo en La Plata" (1985). También cultivó el cuento: "El perjurio de la nieve" (1944), "La trama celeste" (1948), "Historia prodigiosa (1956), "Guirnalda con amores" (1959), "Historias desaforadas" (1986) y "Una muñeca rusa " (1991).

Publicó parcialmente sus memorias y el texto de dos filmes coescritos con Borges: "Los orilleros" y "El paraíso de los creyentes" (1955).

En 1990 se le concedió el Premio Cervantes.

Bioy Casares tuvo la suerte de tener una buena posición económica y la supo aprovechar. Fue autodidacta, abandonó sus estudios de Derecho y Letras, leyó filosofía, la mejor literatura inglesa y europea, los clásicos argentinos y españoles, fue un escritor intelectual y se dedicó exclusivamente a la literatura. Viajó por el mundo, fue un gran seductor, jugó al rugby y al tenis, fue un verdadero bon vivant. Para Bioy, la vida y la literatura fue una misma cosa, y el entendió el acto de narrar como una aventura del conocimiento, del deseo de revelar lo enigmático y lo misterioso.

Considerado por Borges como uno de los mayores escritores argentinos de ficción, Bioy Casares es dueño de una vasta obra en donde la la fantasía y la realidad se superponen con una armonía magistral. La impecable construcción de sus relatos es, quizá, la característica que con mayor frecuencia ha destacado la crítica con respecto a su obra.

domingo, 9 de enero de 2011

LECTURA DEL MES: "Meridiano de sangre", de Cormac McCarthy


Como gran parte de la obra de este norteamericano, MERIDIANO DE SANGRE se ambienta en esa especie de Macondo infinito y polvoriento que son las grandes extensiones entre México y Estados Unidos.

En el caso de esta historia, estamos a mediados del siglo XIX. Los blancos intentan hacerse con el control absoluto de la tierra y para ello tienen que eliminar a cualquier precio toda fuerza india. En este estado de violencia animal se crea un ejército -el grupo Glanton- bajo el mando del juez Holden que tras cometer el asesinato de indios acabará aniquilando a mexicanos en los territorios fronterizos. Pues bien, en este universo de ferocidad desmedida un chico de quince años abandona su casa y se lanza a una especie de road-movie iniciática que lo lleva por esa especie de laberinto de Creta que es la condición humana cuando la sangre supone la única manera de pactar con el mundo.

Más que un western apocalíptico, que lo es, MERIDIANO DE SANGRE es una celebración del mal. O mejor, una radiografía objetiva de la maldad. Todos sus personajes están tocados por la violencia en su estadio más primario. La ingenuidad como rasgo humano, sobre todo en un adolescente, es arrancada de la misma manera que se arrancan las cabelleras. La muerte se alza como moneda de cambio y como única manera de comunicación con el medio. No nos sorprende, según esto, que una de las obras favoritas de McCarthy sea "Moby Dick", de Herman Melville.



Para revestir literariamente esa filosofía nihilista, McCarthy pone en marcha todos los mecanismos de su prosa; una prosa que rezuma Faulkner y Whitman; una prosa que hereda de ambos escritores un sentido épico de la literatura y de la vida, aunque el pesimismo del primero acaba imponiéndose al misticismo universal del segundo. Una prosa, la de McCarthy, que por generación debería estar vinculada a la estética beat y que, sin embargo, se aleja de esos derroteros hermosamente adolescentes. En fin, un trabajo, el de McCarthy, que se nutre de la idea de límite, de frontera; pero eso sí, la mirada de nuestro autor trasciende la mera frontera física para ofrecernos esa frontera como un estado del alma donde el hombre está muy cerca del animal.

A estas alturas, un clásico de la literatura contemporánea.

CORMAC McCARTHY


“Todo lo que quieran saber de mí está en mis libros”

Cormac McCarthy nació en Rhode Island (Estados Unidos) en 1933, y más tarde vivió en Knoxville (Tennessee), en el seno de una respetable familia de abogados. Su primer editor lo fue también de Faulkner, y sus primeras obras se publicaron en la década del 60. Su obra más reconocida es “Meridiano de sangre” (1985).

En una casi mítica entrevista concedida a The New York Times en 1992, declaró: “Decepcioné a mis padres. Supe desde joven que no iba a ser un ciudadano respetable. Odié la escuela desde que la pisé”. De hecho, no leyó un solo libro hasta los veintiún años, tras abandonar la universidad y alistarse en el ejército; fue destinado a Alaska y sus alternativas de ocio se vieron drásticamente reducidas: el aburrimiento atroz que padeció allí le llevó a buscar refugio en la lectura. No tardó mucho en comprender que dedicaría el resto de su vida al más solitario de los oficios: la escritura.

La belleza desoladora de los bosques de su primera residencia y la desnudez de los parajes desérticos situados en la frontera entre México y Estados Unidos constituyen el escenario de casi todas sus novelas. Pocos escritores han sabido describir con mayor hondura y delicadeza la grandeza del paisaje americano.

De este candidato al Nobel de Literatura se sabe con certeza que siente un rechazo casi patológico a hablar de su vida, su obra o, en general, de literatura; no importa cuánto dinero le ofrezcan o lo mucho que lo necesite. Su ex esposa Annie, que sigue siendo su amiga, recuerda: “Cuando volvimos a Estados Unidos vivíamos en la total pobreza, en un establo reacondicionado en las afueras de Knoxville. Nos bañábamos en el lago porque no había agua corriente. A veces le ofrecían dar una lectura por dos mil dólares para una universidad, pero él les decía que todo lo que tenía para decir estaba en los libros, así que tocaba seguir comiendo alubias una semana más.” Cabe aclarar que McCarthy había sido desheredado por su padre, que había soñado con un hijo abogado. Hasta poco antes de cumplir los 60 años fue pobre de solemnidad. Viajaba en una camioneta destartalada, escribía en habitaciones de motel y ninguno de sus títulos vendió mucho más de un par de miles de ejemplares, pese a haber entre ellos varias obras maestras.

Después… las cosas cambiaron.

OBRA

Novela

El guardián del vergel (The Orchard Keeper), 1965)

La oscuridad exterior (Outer Dark, 1968)

Hijo de Dios (Child of God, 1974)

Suttree (Ídem, 1979)

Meridiano de sangre (Blood Meridian, Or the Evening Redness in the West, 1985)

Trilogía de la frontera:
I - Todos los hermosos caballos (All the Pretty Horses, 1992). Ganador del National Book Award
II - The Crossing (En la frontera, 1994)
III - Cities of the Plain (Ciudades en la llanura, 1998)

No es país para viejos (No Country for Old Men, 2005)

La carretera (The Road, 2006). Ganador del Premio Pulitzer de ficción en 2007

Teatro

The Stonemason (Escrita en la década de 1970 y publicada por primera vez en 1995)

The Sunset Limited (2006)

viernes, 3 de diciembre de 2010

LECTURA DEL MES: “El viaje”, de Edmond Baudoin



El viaje es… un disfrute con mayúsculas: una experiencia visual y un ejercicio introspectivo. Un viaje compartido entre su personaje, su autor, Edmond Baudoin, y nosotros, los lectores.


Simon, el protagonista, como le sucedíió a Baudoin en los años 60, es un triunfador social abocado al fracaso personal, un hombre esclavo de su entorno, de su trabajo, de su geografía más inmediata. Un día, Simon –también Baudoin- decide huir, romper los barrotes de su prisión física y mental, abrir su mente a nuevos parajes y gentes por conocer, enfocar su existencia hacia nuevas formas de entender la experiencia vital. Simon, al igual que Baudoin, escapa sin rumbo fijo, se aleja de su París, una ciudad que para él está muy lejos de las ensoñaciones mágicas de la mítica y bohemia ciudad del amor. Un París que podría ser Madrid, Tokio o Nueva York, daría igual, porque Simon no se aleja de una ciudad sino de sí mismo.


El dibujo de Baudoin más que representar, sugiere. Su trazo, etéreo, abierto y libre, encierra símbolos e insinuaciones que se mueven en el territorio de la lírica, más que en el de la narración. Las pinceladas del francés ofrecen una visión expresionista (¡omnipresente la influencia de Munch!) de la realidad física transformada en un viaje iniciático hacia el futuro. Con El viaje vivimos una sensación familiar de déjà-vú: la obra de arte, una vez más, se configura en un estado de ánimo y el lector intuye en ella su propia experiencia, la de esa huida hacia adelante que es la existencia. Porque este cómic canta a todo lo que de verdad importa en nuestro periplo vital: a la libertad, al amor, a la amistad y a cada uno de nosotros mismos.

Edmond Baudoin, dibujante de sueños.



Edmond Baudoin nace en Niza, en 1942. Tras estudiar en la escuela de Artes Decorativas en la adolescencia, ejerce como contable antes de volver al dibujo en 1971.En 1992 y 1997 ganó el premio Alph’Art al mejor guión del Salón Internacional del Cómic de Argoulême, 1997, con El viaje, una secuencia de viñetas que nos hablan de su emancipación cuando decidió dejar su empleo de contable para dedicarse a su vocación verdadera. Piero le valió el premio al mejor álbum en el festival de Sierre de 1998. Aunque el estilo de dibujo libre y la original construcción de sus obras puedan parecer desconcertantes, basta con leer las historietas de Edmond Baudoin para entrar en su universo. En ellas cuenta su infancia en la posguerra, cuando pasaba la mayor parte de su tiempo dibujando con su hermano, Piero. Nos habla de su madre en Éloge de la poussière. De su encuentro con Fred Vargas, una creadora de éxito internacional que escribe novela negra, surge Los cuatro ríos, un diálogo permanente entre la novelista y el dibujante, aportando cada uno la riqueza de su propio medio de expresión. En Arlerí, nuestro autor rememora, a través de la conversación entre un viejo pintor y su modelo, todo lo que sabe del amor y, más concretamente, sobre la relación de los hombres y las mujeres, el sentimiento amoroso y el amor físico. En su más de cincuenta obras –en solitario o colaborando con distintos autores- Edmond Baudoin celebra el arte, con referencias a la pintura; ilustra la vida, abordando temas universales como la esperanza, los encuentros, los viajes, el amor… partiendo de su experiencia personal.

jueves, 4 de noviembre de 2010

LECTURA DEL MES: “El último encuentro”, de Sándor Márai.



Tras una existencia ornada de elegancia y esplendor, el general Henrik decidió recluirse en su castillo en los Cárpatos, donde lleva viviendo más de 40 años. Sólo una nodriza y sus recuerdos le sirven y acompañan. Un día, su mejor amigo, Konrád, a quien no ha visto desde hace más de cuatro décadas, le anuncia por escrito que irá a visitarlo. “Konrád sabía que tenía que regresar –explica el narrador– y el general sabía que aquel momento llegaría algún día”. La novela es la recreación de ese encuentro, y el magnífico diálogo entre ambos personajes no sólo irá desvelando un tercer ángulo en la trama –una mujer imborrable llamada, Krisztina–, sino que ofrece una de las más sabias reflexiones que se han escrito sobre la amistad y el amor. El autor logra en esta breve novela adentrarse, con un lenguaje que es bisturí y candil al mismo tiempo, en el revés y el derecho de ambas pasiones humanas.




La amistad entre Konrad, pobre y con pretensiones inculcadas por sus padres, y el rico Henrik nos posiciona en esa etapa tan rica del imperio austrohúngaro, literariamente hablando, partiendo del momento en que ellos tendrán El último encuentro, y justo ahí encontramos una de las virtudes de la novela: el manejo de esos momentos; cómo Sándor Márai utiliza el tiempo para llevarnos y traernos a la infancia y juventud de los protagonistas, hasta la hora que ya son viejos, porque la reunión que llevarán a cabo la hacen cuando ya son un par de ancianos con las espaldas cargadas de recuerdos.



La casa donde se reunirán estos amigos es un castillo en las estribaciones de los Cárpatos; un sitio que el guardia imperial, padre de Henrik, ocupaba como centro de caza para sus amigos de la corte, entre ellos el Rey. Ahora ese castillo sólo alberga a Henrik, a su nodriza Nini y a los sirvientes.



Cuando se llega al instante del encuentro, los antes inseparables camaradas comienzan un diálogo en el que Márai exhibe su talento: dosifica el suspenso, entrelaza la historia biográfica de ambos, y penetra en su psique para dejarnos ver las posibilidades del alma humana, y hasta dónde nos podría llevar una pasión arrebatadora, sugiriendo las derivaciones éticas de los comportamientos del individuo cuando se traicionan la confianza y la lealtad.

SÁNDOR MÁRAI


Sándor Márai nació el 11 de abril de 1900 en Kassa, una pequeña ciudad húngara que hoy pertenece a Eslovaquia.


En 1918 trabajó como editor en Budapest y al año siguiente se trasladó a Berlín y, poco después, a Frankfurt, donde se dedicó al periodismo.


Durante la década de 1930 se labró un gran prestigio por la claridad y precisión de su prosa de estilo realista. Sus obras alcanzaron grandes cifras de ventas y se traducían a numerosos idiomas.


Cuando los nazis accedieron al poder en Alemania, el escritor húngaro fue uno de los primeros en oponerse abiertamente a Hitler a través de contundentes artículos. Enseguida vio lo que se le venía encima a Europa, por un lado, con Hitler y, por otro, con Stalin. Sin embargo, la crueldad de la guerra no le tocaría de lleno hasta 1945. Después de la invasión alemana de Hungría, frente a tantas atrocidades perpetradas por los invasores secundados por fascistas húngaros, Márai escribió en su diario:


"De hecho, los alemanes son magos. Han acertado a realizar el milagro de que cualquier ser humano decente espere honestamente y lleno de anhelo a los rusos, a los bolcheviques que llegan como libertadores".


Estos "libertadores" decidieron no molestarle de momento, dada su fama. Pero con la ocupación soviética de Hungría y con el establecimiento del régimen comunista, la estrella de Márai comenzó a declinar. Tachado pronto de escritor "decadente y burgués", aquel europeo individualista y cosmopolita, de ideales humanistas, jamás pudo plegarse a la uniformización colectivizada que aceptaban la mayoría de sus colegas, y en 1948 abandonó Hungría definitivamente para instalarse en Italia.


La prohibición de su obra en Hungría hizo caer en el olvido a quien en ese momento estaba considerado uno de los escritores más importantes de la literatura centroeuropea. Transcurrieron así varios decenios hasta que, con el ocaso del comunismo, este escritor fue redescubierto en su país y en el mundo entero.


Márai se quitó la vida en 1989 en San Diego, California, pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín.


Sándor Márai destacó sobre todo por su obra narrativa, aunque también escribió poesía, teatro y ensayo, además de múltiples colaboraciones periodísticas, entre las que se encuentran algunas de las primeras reseñas sobre las obras de Franz Kafka. En sus novelas, escritas originariamente en húngaro –aunque había comenzado su carrera escribiendo en alemán- y cuidadosamente desarrolladas, Márai analiza la decadencia de la burguesía húngara durante la primera mitad del siglo en títulos como ”Divorcio en Buda”, “El último encuentro” o “La herencia de Eszter”. En la prosa de Sándor Márai, el “Proust húngaro”, se deja oír la voz de los grandes novelistas, de Flaubert, Stendhal, Dostoievsky, Henry James y Balzac.


Por otra parte, Márai escribió obras de tintes autobiográficos –además de sus famosos “Diarios”- que retratan las convulsiones sufridas por Hungría durante la primera mitad del siglo XX; por ejemplo, los años previos y posteriores a la Primera Guerra Mundial retratada en “Confesiones de un burgués“, o las invasiones del ejército nazi, primero, y soviético, después en “ ¡Tierra, tierra!”.



miércoles, 6 de octubre de 2010

LECTURA DEL MES: "El retrato de Dorian Gray" de Oscar Wilde.




Oscar Wilde nació en Dublín el 16 de octubre de 1854, en el seno de una familia culta y liberal. Su madre, Jane Elgee, traducía a Dumas y escribía versos; su padre, sir William Wilde, era un destacado oftalmólogo, aficionado a la literatura, quien trató de una dolencia al rey Oscar I de Suecia, de quien recibiría una condecoración.

A los 20 años, Oscar gana la Medalla de Oro Berkeley por su trabajo en griego sobre los poetas clásicos y recibe una beca por cinco años para estudiar en Oxford. A los 24 años obtuvo el título de Bachelor of Arts.

Mucho antes de darse a conocer como escritor, Oscar Wilde había alcanzado una gran notoriedad. En su juventud llamaba la atención por su personalidad refinada y su vestimenta rebuscada; por su conversación brillante y agresiva; y por su agilidad intelectual, con la cual desconcertaba, e incluso ridiculizaba, a quienes le rodeaban.

A partir de 1879 decide establecerse en Londres de manera permanente. En esta ciudad se publica la primera edición de su poesía y verán la luz obras como "El Príncipe Feliz" (1888), un volumen de cuentos. Aborda el género del ensayo (“La decadencia de la mentira”, “El escritor como artista”), y en 1890 se publica su única novela, "El retrato de Dorian Gray", obra que despierta el interés de la crítica y del público. En 1884 contraería matrimonio con Constance Lloyd, con quien tendráa dos hijos: Cyril y Vyvyan.


Durante la década de 1890 se estrenan sus obras para teatro "El abanico de Lady Windermer" (1892), “Un marido ideal”, "Salomé" (1894) -que fue censurada por retratar personajes bíblicos-, o "La importancia de llamarse Ernesto" (1895). La fama de Oscar Wilde lleva a que sean publicados sus ensayos en Londres, Dublín, Nueva York y París, y que sus obras teatrales sean representadas en salas de toda Europa.


En marzo de 1895, Wilde promueve un juicio contra el Marqués de Queensberry –padre de Lord Alfred Douglas, su amante- por difamación, lo que desemboca en la detención del escritor, siendo sentenciado a dos años de trabajos forzados. Durante su presidio en el penal de Reading escribiría “De Profundis”, cuya publicación completa sería promovida por su hijo Vyvyan en 1909.


En 1897, tras haber cumplido su condena, Wilde se instala en Beneval, Francia, donde escribió su poemario “La balada de Reading”. Tras la muerte de su esposa en 1898, el escritor se traslada París. En la capital francesa, al igual que en Londres, se convierte en una de las grandes personalidades de los círculos artísticos y literarios. Bajo el nombre de Sebastian Melmoth –nombre de un personaje literario ideado por Charles Robert Maturin, pariente de su madre- viajó por Europa y, enfermo de meningitis, fallece en París el 30 de noviembre de 1900, sumido en un estado de pobreza. Antes de morir, y en pleno uso de sus facultades mentales, ingresa a la fe católica, recibiendo las aguas bautismales.
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ARRANCA UNA NUEVA TEMPORADA DE NUESTRO CLUB DE LECTURA


Nos seguiremos reuniendo todos los meses, de septiembre a junio, para debatir sobre un libro cuya lectura se ha pactado previamente. Cada uno tenemos nuestras propias razones para interesarnos en esta actividad. Unos buscamos el simple placer de compartir una afición y tener un foro permanente en el que hablar de libros y de literatura; otros lo vemos como una especie de formación continua, como una forma de ampliar horizontes culturales; otros, como una ventana que les brinda un paisaje distinto del cotidiano… todas estas razones son igualmente válidas y dignas de ser tenidas en cuenta. Sea cual sea la tuya te esperamos para que compartas con nosotros este nuevo curso.

lunes, 23 de agosto de 2010

Un secreto, una canción, una boda



Más que de la novela, hablaré de sus orígenes. Esto es, de los dos o tres elementos aislados (más no hacen falta) que en esta ocasión, como en las precedentes, me hicieron ponerme ante la máquina un día y escribir la primera frase. Esa primera frase de Corazón tan blanco dice así: "No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados." Esto fue exactamente lo que hizo en la vida real una mujer de mi familia hace años. Nunca se supo por qué, ni qué había sucedido durante las escasas semanas que llevaba casada, un matrimonio en principio alegre, o normal cuando menos. Precisamente porque no es fácil imaginar lo ocurrido, intenté imaginarlo, y no averiguarlo: el narrador de mi novela, un descendiente imposible de esa mujer del primer párrafo, se caracteriza justamente por no querer investigar, por no querer saber, por sus recelos ante la idea de que la verdad debe conocerse siempre o debe resplandecer.

El segundo elemento que me rondaba la cabeza tenía alguna relación, aunque extrañamente no la descubrí hasta que la novela ya estaba avanzada: una de mis abuelas, Lola Manera, había nacido en La Habana. En el 98, cuando se perdió Cuba, su familia regresó a España (o mejor dicho vino por vez primera), y aunque ella contaba entonces ocho o diez años, la anciana reidora y amable que yo conocí conservaba su acento habanero, a mí y a mis hermanos nos llamaba "guajiros" o "guachinangos" y nos cantaba canciones que ella había oído a las ayas negras de su niñez. Entre esas canciones había una siniestra y a la vez cómica: durante su noche de bodas con un extranjero rico, la joven desposada pedía auxilio a su madre, que velaba junto a la habitación nupcial. "Mamita mamita, yen yen yen", cantaba, "serpiente me traga, yen yen yen". Pero el marido respondía a través de la puerta: "Mentira mi suegra, yen yen yen, que estamos jugando, yen yen yen, al uso de mi tierra, yen yen yen." A la mañana siguiente, la madre y suegra encontraba sobre la cama del matrimonio una enorme serpiente, sin rastro de los recién casados. Esta canción tiene su importancia en Corazón tan blanco, y aparece más de una vez.

El tercer elemento atañe a mi propia biografía ficticia, y seguramente por eso es más trivial: yo nunca me he casado, si bien he estado a punto de hacerlo y conviví con alguien en una ocasión. Así, ese estado tan común y banal, por no conocerlo, se me aparece rodeado de cierto misterio, y en algunos momentos no he podido evitar pensar cómo sería mi nunca celebrado matrimonio, o cómo sería un narrador mío en él. Si asociamos esa curiosidad a los dos primeros elementos, no será de extrañar que en mi novela lo conyugal se manifieste como algo más bien ominoso, por no decir peligroso. Ni tampoco que el texto así originado sea un libro (como reza su contracubierta por expresa indicación del autor) "sobre el secreto y su posible conveniencia, sobre el matrimonio, el asesinato, la instigación, sobre la sospecha, sobre el hablar y el callar y sobre los corazones tan blancos que, poco a poco, se van tiñendo, según ven 'transcurrir el transcurrido tiempo' y acaban sabiendo lo que nunca quisieron saber".

Javier Marías

miércoles, 14 de julio de 2010

Javier Marías Franco





Nacido el 20 de septiembre de 1951, pasó parte de su infancia en Estados Unidos. A su padre, el filósofo Julián Marías, encarcelado y represaliado por el régimen franquista, y colaborador de Ortega y Gasset en la creación del Instituto de Humanidades entre 1948 y 1950, se le prohibió impartir clases en la universidad española. Desde 1951 dio clases en universidades americanas y en 1964 ingresó en la Real Academia Española.



Javier Marías recibió una sólida educación liberal en el Colegio Estudio y en su casa, donde sus padres daban clases a estudiantes extranjeros y recibían a intelectuales; entre ellos, Javier Marías conocería a Rosa Chacel.



Sobrino y primo, respectivamente, de los cineastas Jesús Franco y Ricardo franco, colaboró con ellos en su juventud traduciendo o escribiendo guiones, e incluso apareciendo como extra en algún largometraje.



Se matricula en la facultad de Filosofía y Letras, Universidad Complutense de Madrid. Entre sus compañeros está el futuro director de cine Agustín Díaz Yanes, que pertenece, como él, al Comité de Acción Revolucionaria (dependiente del Partido Comunista Internacional). Su afiliación política durará poco tiempo y en los años siguientes se caracterizará por su independencia política, haciendo gala de no pertenecer a ningún partido.



En 1970 escribió la primera novela que vería la luz, “Los dominios del lobo”, publicada un año después. Entre el tiempo de creación de esta obra y de su publicación conocería al escritor Juan Benet, al que le uniría a partir de entonces una gran amistad, y quien llegaría a ser una figura clave en su vida personal y literaria.



En 1986 ganará el premio Herralde de Novela por “El hombre sentimental"



Otras obras señaladas del autor son: “Todas las almas” (1989)Corazón tan blanco” (1992), “Mañana en la batalla piensa en mí” (1994), “Negra espalda del tiempo” (1998), y la trilogía que compone su obra más ambiciosa hasta la fecha, “Tu rostro mañana” (2002-2007). Además, ha cultivado el género de relato breve en “Mientras ellas duermen” (1990), “Cuando fui mortal” (1996) y “Mala índole” (1998).



Profesor en distintas universidades, Javier Marías también es un reconocido traductor de distintos novelistas y poetas en lengua inglesa (Robert Louis Stevenson, Laurence Sterne, Vladimir Nabokov, Joseph Conrad, W. B. Yeats, y otros). Por otra parte, dentro de su faceta ensayística destacan títulos como “Vidas escritas” (1992), y “Faulkner y Nabokov: dos maestros” (2009). Actualmente colabora en las páginas de El País y en la publicación mensual Letras Libres.



Desde 2006 ocupa el sillón “R” de la Real Academia Española.

jueves, 24 de junio de 2010

José Saramago, poeta




EN LA ISLA A VECES HABITADA

En la isla a veces habitada de lo que somos, hay

noches, mañanas y madrugadas en que no

necesitamos morir.

Entonces sabemos todo lo que fue y será.

El mundo aparece explicado definitivamente y

nos invade una gran serenidad, y se dicen las

palabras que la significan.

Levantamos un puñado de tierra y la apretamos

entre las manos.

Con dulzura.

Ahí se encierra toda la verdad soportable: el

contorno, el deseo y los límites.

Podemos decir entonces que somos libres, con la

paz y la sonrisa de quien se reconoce y viajó

infatigable alrededor del mundo, porque

mordió el alma hasta sus huesos.

Liberemos lentamente la tierra donde ocurren

milagros como el agua, la piedra y la raíz.

Cada uno de nosotros es de momento la vida.

Que eso nos baste.

jueves, 17 de junio de 2010

LAMPEDUSA




Giuseppe Tomasi di Lampedusa nació en Palermo en 1896, hijo del Príncipe Giulio Maria Tomasi di Lampedusa y de la Princesa Beatrice Mastrogiovanni Tasca di Cutò.


Hasta los quince años, edad a la que ingresaría en un instituto de enseñanza en Roma, estudió en el domicilio familiar, donde fue educado por una maestra, por su madre y por su abuela, quien le leía novelas de Emilio Salgari.


En 1915,con 19 años, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Roma, pero ese mismo año fue llamado por el ejército, participó en la derrota de Caporetto y fue hecho prisionero por los austriacos.


En1932 se casó con la más tarde célebre psicoanalista de origen letón Alexandra Wolf-Stomersee, de familia noble y criada en San Petersburgo.


Tomasi se alojó con frecuencia en casa de su primo, el poeta Lucio Piccolo, con el que acudió en 1954 a San Pellegrino Terme para asistir a un premio literario en el que conoció, entre otros, a Eugenio Montale y a Maria Bellonci. Se dice que fue a la vuelta de ese viaje cuando comenzó a escribir El Gatopardo.


El gatopardismo, o mucho más habitualmente, el adjetivo lampedusiano, es un concepto político según el cual en determinados momentos históricos se hace necesario crear una apariencia de cambio revolucionario con el fin último de que la base, el núcleo del sistema, permanezca incólume e inalterado. En una conversación entre el Príncipe de Salina y su sobrino, el autor dibujó este concepto en una frase que ha pasado a la historia: Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.


En mayo de 1957 le es diagnosticado un tumor pulmonar. Su novela no fue publicada hasta un año después de su muerte, cuando Elena Croce (hija del intelectual Benedetto Croce) la envió a Giorgio Bassani, que la hizo publicar en la editorial Feltrinelli, editorial que unos meses antes había publicado Doctor Zhivago, del poeta ruso Boris Pasternak. Al año siguiente, 1959, El Gatopardo obtuvo el Premio Strega, el más importante de la narrativa en Italia. En 1960 llevaba ya más de 50 ediciones y era el primer best-seller italiano.


En 1963, el cineasta Luchino Visconti convertiría la novela en una película del mismo título, protagonizada por Burt Lancaster, que obtuvo gran éxito y diversos premios.

Tras la muerte de Lampedusa, en 1961, se dio a conocer un volumen de relatos titulado Racconti (Cuentos). También fueron publicados los ensayos Lezioni su Stendhal (Lecciones sobre Stendhal, 1971) e Invito alle lettere francesi dil Cinquecento (Invitación a la literatura francesa del siglo XVI, 1979). Además, también han sido publicados un estudio sobre literatura inglesa y parte de su correspondencia.

EL GATOPARDO



Algunos párrafos de “EL GATOPARDO. Mentira de príncipe”, de Mario Vargas Llosa


El Gatopardo es una de esas obras literarias que aparecen de tiempo en tiempo y que, a la vez que nos deslumbran, nos confunden, porque nos enfrentan al misterio de la genialidad artística.

Una vez agotadas todas las explicaciones a nuestro alcance —y Dios sabe hasta qué extremos han sido averiguadas y manoseadas las fuentes de este libro y la peripecia biográfica de su autor—, satisfecha nuestra legítima curiosidad sobre las circunstancias en que se gestó, una duda fundamental queda planeando, incólume: ¿cómo fue posible?

Que no haya respuesta definitiva significa, simplemente, que esos ocasionales estallidos que desarreglan la producción literaria de una época fijándole nuevos topes estéticos y desbarajustando su tabla de valores, reposan sobre un fondo de irracionalidad humana y de accidente histórico para los que nuestra capacidad de análisis es insuficiente.

Ellos nos recuerdan que el hombre es, siempre, algo más que razón e inteligencia.

El Gatopardo es una de esas excepciones que esporádicamente empobrecen su contorno literario, revelándonos, por contraste, la modestia decorosa o la mediocridad rechinante que lo caracteriza. Apareció en 1957 y desde entonces no se ha publicado en Italia, y acaso en Europa, una novela que puede rivalizar con ella en delicadeza de textura, fuerza descriptiva y poder creador.

(…)
Lampedusa leía en cinco lenguas —el español fue la última que aprendió, ya viejo— y su cultura literaria era, según Francisco Orlando (Ricordo di Lampedusa, Milano MCMLXIII), muy vasta. Sin duda lo era y la mejor prueba es su novela. Pero, aun así, la duda se agiganta cuando advertimos que este perseverante lector no había escrito sino cartas hasta que, a los cincuenta y ocho años de edad, cogió de pronto la pluma para garabatear en pocos meses una obra maestra. ¿Cómo fue posible? ¿Debido a que este aristócrata que no sabía vivir en el mundo que le tocó sabía, en cambio, soñar con fuerza sobrehumana? Sí, de acuerdo, pero ¿cómo, cómo fue posible?

Londres, 6 de febrero de 1987

martes, 11 de mayo de 2010

JOSÉ LUIS SAMPEDRO

Cuando tenía año y medio se traslada a Tánger, ciudad con una población de origen muy variado. En esta ciudad vivió inconscientemente, pero de forma receptiva, esa multiplicidad de influencias. En el colegio tenía compañeros de distintas nacionalidades y costumbres. En la calle convivían tres religiones; la cristiana, la musulmana y la judía, varios idiomas, hábitos diferentes.

Fue recibiendo una visión del mundo múltiple y respetuosa con las costumbres ajenas.

A los ocho años pasó de la internacionalidad permisiva a la Edad Media, cuando sus padres le enviaron a casa de su tía en un pueblecito de la provincia de Soria.

Llegó a Aranjuez a fines de junio de 1930, con 13 años, y se encontró en un medio a la vez rural y cortesano. Es el ambiente que, 63 años después, recoge en su obra “El Real Sitio”.

Más tarde presenciaría un espectáculo lleno de fuerza que también, con el tiempo, daría lugar a otra novela: la arribada de los troncos de pinos de la sierra, flotando sobre el Tajo y conducidos por los gancheros, que serían los protagonistas de "El río que nos lleva".

En 1932, su nueva residencia en Madrid fue el detonante del Sampedro escritor.

La vida en Madrid le permitió aperturas culturales al terminar con la censura previa y facilitar la difusión de ideas no sólo políticas sino también literarias y artísticas (desde la proclamación de la República). La vida de los estudiantes y, sobre todo, de las estudiantes, cambiaba visiblemente y la presión religiosa se debilitaba.

En 1935 se trasladó a Santander a la Escuela de Aduanas y allí le sorprendió la Guerra Civil. Es movilizado por el Ejército republicano y después se pasa a los nacionales. Una vez finalizada la Guerra se matriculó en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas licenciándose en 1947 con premio extraordinario y de 1955 a 1969 mantuvo la Cátedra de Estructura Económica en la Universidad Complutense de Madrid. Fue subdirector (1962-1969) y asesor (1979-1981) del Banco Exterior de España, y senador por designación real (1977-1979).

En 1969-70 se exilió a Gran Bretaña como contestación a las deportaciones de catedráticos de la Universidad de Madrid, dando clases en las Universidades de Liverpool y de Salford.

En 1984 vuelve a la Dirección general de Aduanas, donde permanece hasta su jubilación. En 1990 es elegido miembro de la Real Academia Española.


En “El rio que nos lleva” Sampedro describe, al hilo de la trama y el estudio psicológico de los protagonistas, unos paisajes, unos pueblos y una forma de vivir. La historia que nos cuenta Sampedro es la aventura de la última "maderada" en el río Tajo. Roy Shannon, 32 años, irlandés, ha vivido los desastres de la Segunda Guerra Mundial. Ya no cree en el hombre. Camino de Inglaterra llega a España en busca de sus orígenes. Se encuentra con Paula, que le lleva hasta un campamento donde conoce a los gancheros: unos hombres primitivos, valientes y generosos comandados por un hombre al que todos llaman "El Americano". Se hizo una película homónima en 1989.

Entre sus numerosas obras podemos citar:

Novelas: “ La sombra de los días”(1947), “Congreso en Estocolmo” (1952),”El río que nos lleva”(1962),”El caballo desnudo” (1976), “Octubre, octubre”(1981), “La sonrisa etrusca “(1985), “La vieja Sirena” (1990), “El Real Sitio” (1993), “Monte Sinaí” (1997), “El amante lesbiano” (2000), y “La senda del drago” (2006).

Teatro:” La paloma de cartón” (1948), “Un sitio para vivir”.

Economía: “Principios prácticos de localización industrial” (1951), “Realidad económica y análisis estructural”(1959), “Las fuerzas económicas de nuestro tiempo” (1967)

viernes, 7 de mayo de 2010

SE ROMPE EL SACO

Sin duda alguna la cuestión palpitante ahora en nuestro mundo es la crisis. En los hogares y en las empresas se sufren las consecuencias; en los parlamentos, en los medios y en las tertulias se analizan sus efectos y, sobre todo, sus causas. Pero la explicación clara y definitiva nos la ofrece la sabiduría tradicional: LA AVARICIA ROMPE EL SACO. Pese a no ser sinónimos, hoy la palabra “codicia” se asocia inevitablemente con la palabra “crisis”.

La crisis, por supuesto, es la financiera. Hay otras, algunas tan graves como la alimentaria o la climática, pero la financiera las eclipsa. Prueba de ello es la conferencia mundial de la FAO: no consiguió reunir ni siquiera veinte mil millones para aplacar el hambre de los países pobres mientras que para enmendar los disparates y estafas de la gente rica han salido cientos de miles de millones (y todavía siguen saliendo) de los paraísos fiscales, las cajas secretas, las hábiles contabilidades y otros ardides de la ingeniería financiera. Los banqueros aparecen como “los malos de la película”, pero se olvida que no operan en el vacío sino dentro de un sistema y en estrecha interdependencia con él, lo mismo que el corazón en el cuerpo humano. Los banqueros se han excedido, sin poder evitarlo, porque el sistema es codicioso por naturaleza. Esta crisis no es una enfermedad en un cuerpo sano y robusto, sino al revés: toda la estructura de ese cuerpo social está desquiciada. La crisis no es una fiebre juvenil sino una deficiencia senil.

No es que el capitalismo sea malo sino que está agotado y se revela incapaz ante un mundo diferente del que le hizo nacer. En sus comienzos, hace cinco siglos, su codicia radical le impulsó a descubrir océanos, colonizar continentes, alentar un humanismo frente a oscuridades teológicas, sembrar ideas con la imprenta y fomentar el pensamiento y la riqueza: el sistema de vida occidental se hizo con el dominio del mundo. Pero esa misma codicia ha socavado la prosperidad con su exageración permanente, convirtiéndose hoy en la avaricia del anciano que se abraza a su bolsa llena con temor de perderla pero todavía ansioso de aumentar el botín.

La codicia siempre exagerada y el capitalismo insaciable carecen del sentido del límite. En la antigua Grecia respetaban a una diosa, Némesis, guardiana de los límites y perseguidora de sus transgresores. Otras culturas han ensalzado la serenidad y el equilibrio, la vida tranquila o la armonía con la Naturaleza, pero la codicia capitalista no está satisfecha y llama progreso al aumento constante de bienes y productos. La población mundial se ha triplicado a lo largo del siglo XX, sin que los recursos naturales hayan podido crecer lo mismo. Diversos estudios, que coinciden en lo esencial, muestran que desde fines del pasado siglo la regeneración de los productos naturales de la Tierra ya no restituye el consumo. Se piensa más o menos que sólo para dar a toda la población el nivel de vida de España haría falta tres planetas como el nuestro.

La palabra CODICIA tiene una acepción taurina que alude al ímpetu con el que embisten algunos toros y, ese significado es aplicable al capitalismo, que es esencialmente predatorio, sin respeto a la naturaleza ni tampoco a las personas. Desde que en sus orígenes el hombre se erigió en el Rey de la Creación, ha explotado sin reserva los recursos del planeta. Todavía en los primeros tiempos el famoso médico y filósofo Paracelso insistía en que a la naturaleza se la vence obedeciéndola, pero esa precaución pronto quedó olvidada, en contraste con otras culturas, que consideran sagrados un árbol o una fuente. Ni siquiera se respeta siempre al prójimo, se violan los derechos humanos a pesar de proclamarlos. Con la globalización el dinero, valor supremo del sistema, circula sin barreras, mientras el movimiento de las personas se restringe con métodos tan anacrónicos como erigir vallas y muros.

Ante tanta prosperidad en las grandes urbes de los países desarrollados muchos se resisten a admitir la decadencia de tal poderío. Olvidan con eso la experiencia histórica de todos los grandes imperios. Desde Asiria y Babilonia hasta nuestros días, tuvieron su decadencia y ocaso. Fenómeno descrito magistralmente hace ya seis siglos por Aben Jaldún, un musulmán cordobés autor de una historia de los bereberes. Otro andaluz, el poeta Rodrigo Caro, acuñó ante las ruinas romanas de Itálica estos hermosos versos “Las torres que desprecio al aire fueron/a su gran pesadumbre se rindieron.”

El capitalismo se rinde ya a su codicia. Hace cinco siglos Europa era una explosión de afanes en aventuras creadoras. Las gentes se embarcaban en frágiles navíos y cruzaban océanos para llegar a tierras ignotas; los mercados prosperaban en las ciudades, las universidades se multiplicaban y la imprenta sembraba ideas nuevas y audaces. Aquel espíritu de aventura se ha convertido hoy en un afán de seguridad y en un repliegue a refugios protectores sacrificándose las libertades a una supuesta seguridad. Occidente vive ahora en el miedo y hasta los ciudadanos del país más poderoso de la tierra viven en constante temor, soportando controles y restricciones.

También Roma, dominadora del mundo de su tiempo acabó desmoronándose y cayendo en un estado de barbarie y desorden. No estamos muy lejos de una situación semejante, porque la barbarie consiste en la destrucción de los valores básicos de una cultura y eso precisamente está ocurriendo en nuestro tiempo. Asistimos a violaciones de la Justicia y los Derechos Humanos, ataques a la libertad, simulaciones de democracia, deconstrucciones de la familia y hasta las mismas religiones y sus iglesias tienen sus crisis. Pero, imperturbable, la codicia continúa.

¿Caerán en saco roto estas observaciones? Es de temer que sí, como la de tantos otros, pues no soy el único en formularlas. Ya lo dijeron los clásicos: “los dioses ciegan a aquellos a quienes quieren perder”, pero lo vean o no, la codicia está rompiendo el saco.

José Luis Sampedro

viernes, 9 de abril de 2010

CAVAFIS



“¿Qué es pues lo que de los poemas de Cavafis sobrevive a su traducción y nos conmueve? Algo que sólo se me ocurre llamar, con la mayor inadecuación, un tono de voz, un discurso personal.”
W. H. Auden.

Constantino Petros Cavafis nació en Alejandría el 17 de abril de 1863. Tras la muerte de su padre, un rico comerciante, la familia tuvo que emigrar a Inglaterra. Tras regresar, siete años después, a Alejandría, y debido a la intervención inglesa entre 1882 y 1885, su familia se vio obligada a volver a Estambul, ciudad donde Constantino tendrá sus primeras experiencias sexuales, naciendo el poeta. Al volver a su ciudad natal la ruina familiar se precipita, y la muerte de un hermano –su consejero y mecenas- condiciona el ingreso de Kavafis en el Ministerio de Riegos egipcio, trabajo que desempeñaría hasta 1920.

Publicó relativamente poco en vida, fue muy escrupuloso con la divulgación de su obra; de forma esporádica daba a la imprenta poemas en hojas sueltas o prestaba su voz en revistas literarias. Al final de su vida sólo “autorizó” ciento cincuenta y cuatro poemas. En 1935, dos años después de su muerte, se publicaron reunidos y en el orden cronológico que él indicó esos poemas “canónicos”. Hasta 1968 no se daría a conocer otro grupo de setenta y cinco poemas, los denominados “inéditos”. Posteriormente, procedentes de los archivos del escritor, fueron rescatados una larga serie de “inconclusos”, “borradores sueltos” y “poemas en prosa”,

Fue
E. M. Forster –autor de “Passage to India”- quien dio a conocer en Europa la poesía de Kavafis. En España, el comienzo de su influencia vino a través de la obra de Luis Cernuda y sus seguidores, y, a partir de entonces, fue leído y estudiado por la generación poética de los “Novísimos”. José Ángel Valente, poeta de esta generación, ha traducido numerosos poemas del autor alejandrino. Posteriormente, la generación de poetas “de la experiencia” se reconoce deudora de la obra de Cavafis.

La biografía de Cavafis o su teoría literaria ayudan poco para la comprensión de su poesía; sin embargo, la observación del contexto artístico en que surge su obra resulta imprescindible. La relación de la poesía de Cavafis con el Decadentismo francés es fundamental para entenderla. Obras como la novela “À rebours”, de Joris-Karl Huysmans, admirada por Oscar Wilde y sus seguidores, determinarían una nueva forma de sensibilidad.

Para los escritores decadentistas la existencia está constituida por experiencias fragmentarias y sensaciones que sólo cobran sentido a través de las vivencias personales; según esto, las respuestas emocionales a las experiencias intensas se convierten en lo más importante de la vida del individuo.

La existencia, el tiempo, son vividos como una sucesión de momentos aislados, inconexos. Esta actitud implica un cierto fatalismo, una aceptación digna de lo inexorable, como, por ejemplo, la muerte.

Voces amadas e ideales
de aquellos que murieron o de aquellos que están
como los muertos, perdidos para nosotros.
(“Voces”, 1904)


En medio del paulatino proceso de aniquilación del individuo atrapado en su destino, sólo el arte parece surgir como única realidad creativa con sentido por encima o a pesar de la existencia cotidiana carente del mismo.

Cavafis, como los decadentistas, también estudió la poesía de Baudelaire –padre según muchos de la poesía europea- y se sintió atraído por la idea baudeleriana de que la experiencia humana está impregnada por los vivificantes destellos de esas sensaciones cuya intensidad rompen la monotonía de la existencia.

“Por azar se encontraron sus miradas,
y el ilícito deseo de su carne
con timidez expresaron indecisos.”

(“El escaparate del estanco, 1917)

miércoles, 31 de marzo de 2010

Marguerite Yourcenar sobre Cavafis


Poemas eróticos, poemas gnómicos sobre un tema de erotismo, ya lo vemos, más que poemas de amor. A la primera ojeada hasta puede uno preguntarse si el amor por algún ser particular figura en esa obra: o bien Kavafis lo sintió pocas veces o bien se calló discretamente. Mirándola de cerca, sin embargo, nada falta: encuentro y separación, deseo insaciado o satisfecho, ternura o saciedad, ¿no es lo que queda de cualquier vida amorosa, después de pasar por el crisol del recuerdo?


No es menos verdad que la nitidez de la mirada, el negarse a forzar las cosas y, por tanto, la cordura, pero no menos quizá las diferencias de condición y de edad, y probablemente la venalidad de ciertas experiencias, contribuyen aquí a prestar al amante una suerte de desprendimiento retrospectivo durante la más cálida de las prosecuciones o goces carnales (…).

Nos encontramos aquí en lo opuesto a la fogosidad, al arrebato, estamos en el terreno de la concentración más egocéntrica y del atesoramiento más avaro.
De suerte que el gesto del poeta y del amante que maneja sus recuerdos no es tan diferente del coleccionista de objetos preciados y frágiles, caracolas o gemas, o también del aficionado a las medallas que se inclina sobre unos cuantos perfiles puros, acompañados de un número o de una fecha, números y fechas por las que el arte de Kavafis da muestras de una predilección casi supersticiosa. Objetos amados.

[Fragmento de “Presentación crítica de Konstandinos Kavafis”. . Forma parte del libro “A beneficio de inventario”]

lunes, 15 de marzo de 2010

MIGUEL DELIBES

Miguel Delibes,viñetista en su juventud de El Norte de Castilla



Admiremos al hombre auténtico de veras,
Que sabe organizar su vivir y sus libros,
Muy al tanto de todo, sin inclinarse a nada,
Porque son tan ajenas
Al manantial continuo de gran inspiración;
Auténtico vivir cuajado en escritura
Límpida, magistral, y así tan convincente,
Un arte narrativo que recrea
Campo y Ciudad, sus luces y sus ideas,
Profundos los paisajes minuciosos,
Vegetaciones, hombres, animales,
En medio el cazador.


Jorge Guillén; citado por Manuel Alvar, “El mundo novelesco de Miguel Delibes”, Madrid, Ed. Gredos, 1987, p. 114)


Los participantes del Club de Lectura Dante recordamos hoy al escritor Miguel Delibes, autor del que hemos tratado, hasta la fecha, tres de sus más de medio centenar de obras: “El hereje”, “Cartas de un sexagenario voluptuoso”, y “Señora de rojo sobre fondo gris”.



En diez palabras


De entre todas sus entrevistas y artículos publicados en EL PAÍS, extraemos su opinión sobre diez grandes conceptos (alguno de ellos, muy cercanos, como la caza) que ayudan a entender el pensamiento de Miguel Delibes.


Felicidad

“El estado de felicidad no existe en el hombre. Existen atisbos, instantes, aproximaciones, pero la felicidad termina en el momento en que empieza a manifestarse. Nunca llega a ser una situación continuada. Cuando no tienes nada, necesitas; cuando tienes algo, temes. Siempre es así. Total, que nunca se consigue”Extraído de la entrevista publicada el 09/12/2007 »


Caza

“Cazar y amar a los animales son cosas compatibles. Cazar no es matar, sino derribar piezas difíciles tras dura competencia. Uno regresa más satisfecho con dos perdices abatidas contra pronóstico que una docena a huevo”.Reportaje Un maestro del cuento (10/05/2003) »
“Lo que hay que preguntarse no es si la caza es cruel o no lo es, sino qué procedimientos de caza son admisibles y qué otros no lo son.”
Artículo La caza: mi punto de vista (17/10/1982) »


España

“La actitud española de caminar por el filo de la navaja y no reaccionar hasta que se produzca la hecatombe ha sido la norma de conducta seguida hasta el día.”
Artículo Doñana y Europa (06/09/1990) »


Soledad

“No hay que confundir la soledad con la falta de compañía. La primera la padezco como viudo fiel que he sido, pero no la segunda. Mi familia y mis amigos se desviven por atenderme. ¿Puedo quejarme yo de soledad?
publicada el 09/12/2007 »


Literatura

“Los mayores de 30 todavía leen, siempre están leyendo algo. Los pequeños sólo leen aquello que les pueda ser útil para su trabajo o su carrera.”Entrevista concedida a Francisco Umbral el 07/05/1984.
“Hoy, aparte de muchos premios, hay editores que leen y descubren”
Entrevista publicada el 06/05/2004 »


Sexo

“El sexo debe ser misterio y descubrimiento personal”Entrevista publicada el 04/11/1990.

Dios

“A veces, Dios ayuda. Ayuda a mucha gente que lo reconoce así. Los evangelios de Cristo son estimulantes a este respecto. Cuando murió mi mujer, Dios me ayudó, sin duda. Tuve esta sensación durante varios años, hasta que logré salir del pozo”Entrevista publicada el 09/12/2007 »

Periodismo

“El periodismo es un borrador de la literatura... Y la literatura es el periodismo sin el apremio del cierre”
Entrevista publicada el 02/08/1990 »
“Cada vez hay columnistas más brillantes, aunque tal vez se trata menos que antaño el fondo de los problemas”
Entrevista publicada el 22/10/2002 »

Premio Cervantes

“Este premio es un privilegio de la edad. Sólo se da de los 70 para arriba. La verdad es que soy un pollo entre todos los premiados hasta ahora.”Entrevista publicada el 24/04/1994 »

Cambio climático
“Estamos tan bien instalados en la abundancia que no es fácil convencer al vecino de que se sacrifique seriamente para impedir el calentamiento del planeta y hacerlo invisible para millones de personas”Entrevista publicada el 09/12/2007