“No hay espectáculo más hermoso para un hombre sin anteojeras que el de la inteligencia enfrentada a una realidad que la supera”.
(“El mito de Sísifo”, Albert Camus”).
extranjero, ra.(Del fr. ant. estrangier).
1. adj. Que es o viene de país de otra soberanía.
2. adj. Natural de una nación con respecto a los naturales de cualquier otra. U. m. c. s.
3. m. Toda nación que no es la propia.
En su intento de arrojar luz sobre el insondable paisaje del alma humana, Albert Camus (1913-1960) se sirvió del ensayo, de la narrativa, del teatro y del periodismo. En 1942 aparecieron, casi simultáneamente, dos importantes obras de este autor de origen argelino: el ensayo “El mito de Sísifo” y “El extranjero”, novela que nos ocupa estos días. La lectura de ese ensayo nos ayuda a desentrañar la “anomalía” que rige el alma del protagonista, Mersault: lo que imaginamos mientras vamos pasando páginas de “El extranjero”... nos lo explicamos al leer “El mito de Sísifo”:
“Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Si damos crédito a Homero, Sísifo era el más sabio y más prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, propendía al oficio de bandido. No veo contradicción en ello.
(...) Se habrá comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento.
(...) Lo trágico de este mito estriba en que su héroe es consciente”.
(...)
“Vivir, naturalmente, jamás es fácil. Seguimos haciendo los gestos que la existencia pide por muchas razones, la primera de las cuales es la costumbre. Morir voluntariamente supone que hemos reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter del ridículo de esta costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.
¿Cuál es, pues, ese incalculable sentimiento que priva al espíritu del sueño necesario para su vida? Un mundo que podemos explicar, aunque sea con malas razones, es un mundo familiar. Pero en un universo privado desprovisto de ilusiones y de luces, el hombre se siente extranjero. Es un destierro sin remedio, pues está privado de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida. Ese divorcio entre el hombre y su vida, el actor y su decorado, es propiamente el sentido de lo absurdo”.
(...)
“A partir del momento en que es reconocido, lo absurdo es una pasión, la más desgarradora de todas. Todo estriba en saber si se puede vivir con pasiones, en saber si se puede aceptar su ley profunda, que es quemar el corazón que al mismo tiempo exaltan”.
(“El mito de Sísifo”, Albert Camus”).
extranjero, ra.(Del fr. ant. estrangier).
1. adj. Que es o viene de país de otra soberanía.
2. adj. Natural de una nación con respecto a los naturales de cualquier otra. U. m. c. s.
3. m. Toda nación que no es la propia.
En su intento de arrojar luz sobre el insondable paisaje del alma humana, Albert Camus (1913-1960) se sirvió del ensayo, de la narrativa, del teatro y del periodismo. En 1942 aparecieron, casi simultáneamente, dos importantes obras de este autor de origen argelino: el ensayo “El mito de Sísifo” y “El extranjero”, novela que nos ocupa estos días. La lectura de ese ensayo nos ayuda a desentrañar la “anomalía” que rige el alma del protagonista, Mersault: lo que imaginamos mientras vamos pasando páginas de “El extranjero”... nos lo explicamos al leer “El mito de Sísifo”:
“Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Si damos crédito a Homero, Sísifo era el más sabio y más prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, propendía al oficio de bandido. No veo contradicción en ello.
(...) Se habrá comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento.
(...) Lo trágico de este mito estriba en que su héroe es consciente”.
(...)
“Vivir, naturalmente, jamás es fácil. Seguimos haciendo los gestos que la existencia pide por muchas razones, la primera de las cuales es la costumbre. Morir voluntariamente supone que hemos reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter del ridículo de esta costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.
¿Cuál es, pues, ese incalculable sentimiento que priva al espíritu del sueño necesario para su vida? Un mundo que podemos explicar, aunque sea con malas razones, es un mundo familiar. Pero en un universo privado desprovisto de ilusiones y de luces, el hombre se siente extranjero. Es un destierro sin remedio, pues está privado de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida. Ese divorcio entre el hombre y su vida, el actor y su decorado, es propiamente el sentido de lo absurdo”.
(...)
“A partir del momento en que es reconocido, lo absurdo es una pasión, la más desgarradora de todas. Todo estriba en saber si se puede vivir con pasiones, en saber si se puede aceptar su ley profunda, que es quemar el corazón que al mismo tiempo exaltan”.