sábado, 7 de diciembre de 2013

LA MUERTE EN VENECIA, de Thomas Mann (próximo miércoles 18, 20 h.)



“Lo bello no es sino el comienzo de lo terrible”. 
 R. M. Rilke, Elegías de Duino.


"La muerte en Venecia" narra el sombrío final de un escritor maduro, austero y admirado, pendiente sólo de su trabajo intelectual hasta que, en un viaje, la visión del niño polaco Tadzio rompe en pocos días el orden racional y ético que le sustentaba. Nunca llega a rozarse con él ni intercambian palabra, pero descubre que en su vida hay más cosas que aquellas que admiran los demás. Razón, orden y virtud contra instintos.


Tras la publicación de los "Diarios" de Mann no quedaron dudas sobre el origen de la inspiración para escribir este relato. En ellos Thomas explica cómo sufrió toda su vida por las pasiones homoeróticas que provocaban en él los jóvenes, impulsos que mantuvo siempre en un plano platónico. En 1911, Thomas Mann viajó a Venecia y se alojó en el Gran Hôtel des Bains del Lido. El joven barón Wladyslav Moes, de origen polaco, despertó su interés y le inspiró a Tadzio, el adolescente del que se enamora Gustav Aschenbach, el protagonista de “La muerte en Venecia”.

En obras como “La montaña mágica” y “Tonio Krüger”, el autor alemán también recrearía –ocultos bajo otros nombres- a jóvenes amigos que habían suscitado alguna atracción en él. 




La breve novela, publicada en 1913, mostraba simultáneamente la decadencia de una Europa abocada a la guerra y las penurias de un escritor de mediana edad y educación burguesa, que experimenta una profunda admiración por un joven, casi un niño, viva recreación de la belleza de las estatuas clásicas. No se trata tan sólo de una pasión tardía, sino de una revelación que cuestionará su concepción del arte y la moral. 

Desde el título la palabra “muerte” -der Tod- se hace presente. Según arranca la narración, el escritor, no pudiendo encontrar descanso ni inspiración en su trabajo, se resuelve a emprender un paseo por la ciudad, Múnich. La caminata y el aire fresco que deben reparar sus fuerzas lo llevan hasta el cementerio. Mientras espera el tranvía que ha de devolverlo a casa, se entretiene leyendo inscripciones lapidarias: “que la luz eterna brille sobre ellos” y otras por el estilo en un negocio funerario que simula un segundo cementerio. Casi sin darnos cuenta, Thomas Mann manipula nuestra sensibilidad de lectores. Ningún escenario es casual.

La visión de un extranjero, que aparece en este macabro paisaje, desvía sus pensamientos radicalmente. Tras sostener las miradas, emprende Aschenbach la huida del lugar. Si bien es cierto que nuestro protagonista es un héroe en la contienda de las ideas, en la práctica no es más que un amedrentado y poco práctico escritor. Ha surgido una tenaz determinación en su ánimo. Ha de emprender un viaje. En dicho viaje, continúan las referencias fúnebres. Tras una tentativa en falso, Aschenbach se resuelve por Venecia como destino. Una góndola, en su paralelismo estético con el ataúd, ha de trasladarlo a San Marcos.




“La muerte en Venecia”, llevada al cine en 1971 por Luchino Visconti, ha inspirado muchas interpretaciones. Se ha afirmado que Tadzio es una figura metafórica, que encarna la inmediatez de la obra de arte frente a la concepción germánica de la creación artística, basada en el trabajo, el método y el análisis.


Su belleza inocente y gratuita manifiesta que el milagro estético se produce de forma espontánea e inesperada. La única condición para que acontezca la belleza y se transmute en arte consiste en desprenderse de los prejuicios y las ideas preestablecidas.

Así, el artista paga un precio muy alto: Thomas Mann recoge este dilema y lo resuelve, apostando por la vida, la belleza y la finitud.

Sesenta años después de la publicación de la novela, Benjamin Britten estrenó su ópera "La muerte en Venecia".

THOMAS MANN






Nuestro autor nació en Lübeck, en 1875, en el seno de una familia de la alta burguesía comercial.  Tras una infancia cómoda, emprende  tímidamente algunos estudios universitarios,  pero dedica sus mejores esfuerzos a su formación intelectual y literaria, mayormente  autodidacta; lee y atesora experiencias: Schopenhauer, Nietzsche, Schiller, estancias en Italia, relaciones literarias e intelectuales con nombres destacados. 

En Munich escribirá su primer relato,  "La caída". De 1898 es su primer libro, los siete relatos que componían "El pequeño señor Friedermann". Mann guardará especial cariño siempre a una de sus primeras obras, "Tonio Kröger", donde aborda la problemática de la sensibilidad artística y que sería inspirada por un compañero de estudios,  su "primer amor", en palabras del mismo Mann.




En 1897, durante su estancia en Roma, comienza a escribir la que será su primera gran novela, "Los Buddenbrook", la saga de tres generaciones de una familia de comerciantes de su ciudad natal.  A pesar del grosor del libro, las ventas de esta obra lo convierten, a sus 26 años, en un autor de éxito. 



Todavía en 1929 el Nobel de literatura distinguía a una obra en especial dentro de la trayectoria de un autor. En el caso de Mann no fue la celebrada "La montaña mágica", publicada seis años antes, sino "Los Buddenbrook". El propio autor siempre intuyó, y así lo dejó escrito en su "Relato de una vida", que su consagración vino antes de manos de "La muerte en Venecia" (1912), su otra gran creación literaria del periodo, y que hemos leído en el Club Dante durante este mes.


Su vida personal en esta época viene determinada por su matrimonio con Katia, hija de una prominente familia de intelectuales y artistas de origen judío –convertidos al protestantismo- cuyo padre, Alfred Pringsheim, era un famoso matemático. Experta wagneriana, con tanto o más dinero que los Mann y de similares inquietudes intelectuales, aporta al escritor estabilidad emocional, una mayor seguridad económica y todas las facilidades para que se consagre a su obra. Se casan en 1905 y en 14 años vienen los seis hijos: Erika, Klaus, Golo, Monika, Lisa y Michael.

El último tercio de su vida lo pasa casi por completo fuera de su país. En 1933 Hitler ganas las elecciones y Mann se traslada a Suiza. Tres años más tarde rompe pública y definitivamente con el III Reich y obtiene la nacionalidad checa. En 1938 se traslada a Princeton y en 1941 a California. De su etapa de exilio cabe destacar dos de sus más importantes obras: la tetralogía "José y sus hermanos" (1933-1943) y "Doktor Faustus" (1947)




 El demonio y su relación con el genio -con el loco, con el artista, con el criminal-, la lucha del bien contra el mal, la tentación, el talento, la libertad; lo alemán, la afirmación del carácter nacional, los judíos, la religión, la moral… son los ingredientes de la novela más intelectual de Thomas Mann, un escritor de novelas de ideas.

Mann concibe la composición narrativa en prosa como un tejido de temas espirituales. En todas sus narraciones subyace un mundo especulativo protagonista que puede dar vueltas a los problemas de la creación artística, o a la fascinación por la belleza, o a las relaciones entre enfermedad y espíritu, por señalar algunos temas recurrentes.

Dos años después de concluir la II Guerra Mundial vuelve a Europa y vive en Zürich los últimos cuatro de su vida. Allí muere el 12 de agosto de 1955.




Thomas Mann nos dejó cuatro novelas-río que rondan las mil páginas cada una: "Los Buddenbrook", "La montaña mágica", "José y sus hermanos" y "Doktor Faustus";  cuatro novelas de tamaño normal: "Alteza real", "Carlota en Weimar", "El elegido" y "Confesiones del estafador Félix Krull"; cinco novelas cortas: "La muerte en Venecia", "Señor y perro", "Mario y el mago", "Las cabezas trocadas" y "La engañada"; unos 30 relatos -entre los que destacan los títulos de "Tonio Kröger" y "Tristan"-,  y una obra de teatro, "Fiorenza". 

A esto hay que añadir su extensa producción no libresca y plasmada en incontables artículos, conferencias, diarios, correspondencia, ensayos, discursos, alocuciones radiofónicas y mensajes, donde se da cuenta de asuntos biográficos, literarios y político-sociales.

Thomas Mann, el denominado por algunos "príncipe de los escritores burgueses", el hombre-enciclopedia lleno de ideas y con un extraordinario dominio de la lengua alemana, postuló desde sus primeros trabajos la responsabilidad crítica, moral y didáctica de la literatura, y a este propósito se atuvo.