martes, 6 de enero de 2015

LA TREGUA (miércoles 14, 20 h.)


Escrita en 1959, La Tregua es la novela más leída de de entre las pocas novelas del escritor uruguayo.   El peso gris de los días, alimentados tristemente por la frustración y la ausencia de perspectivas de la clase media urbana, impregna las páginas de esta novela, que, adoptando la forma de un diario personal, relata un breve periodo de la vida de un empleado viudo, próximo a la jubilación, cuya existencia se divide entre la oficina, la casa, el café y una precaria vida familiar dominada por una difícil relación con unos hijos ya adultos.


No se le escapa al lector la crítica a la sociedad moderna, a los modos de vida urbanos que Benedetti va subliminalmente entrelazando entre confesión y confesión de Martín Santomé.




Una inesperada relación amorosa, que parece ofrecer al protagonista un horizonte de liberación y felicidad personal, queda trágicamente interrumpida y será tan sólo un descanso, una tregua  en su lucha cotidiana contra el tedio, la soledad, el sinsentido y el paso implacable del tiempo. El existencialismo que deja verse por parte de su protagonista a lo largo de su novela-diario nos recuerda, salvando las distancias enormes, al pintor que nos confesaba el asesinato de su amada en  una novela escrita doce años antes y que ya leímos en nuestro club: El túnel, de Ernesto Sábato, cuya adaptación al teatro fue protagonizada por el actor argentino Héctor Alterio, quien también "es"  Martín Santomé en la primera versión cinematográfica de La tregua (Sergio Renán, 1974).


Benedetti, a quien Vázquez Montalbán define como “romántico situado ante el tercer milenio”,  bebe de sus experiencias personales de empleado de oficina (trabajó desde los catorce años en la empresa Will L. Smith, S.A., de repuestos para automóviles), y de su labor como funcionario público de la Contaduría General de la Nación para configurar los comportamientos de Martín Santomé.


A sus 49 años está cansado de la vida sedentaria de la oficina. Su obsesión son los seis meses y veintiocho días que le faltan para jubilarse. Su viudez, desde hace 25 años, años de sexualidad entre cenizas, de amores que no fueron, se complica en relación con los hijos.

El novelista uruguayo rompe ciertos convencionalismos para profundizar en el proceso de enamoramiento, un proceso que en todo momento no se deshace de la sombra del desencanto, del sinsentido de la vida. Las elucubraciones de Santomé en torno a la amada, Laura Avellaneda, nos va dejando retazos acerca de la superación de la amistad, el placer, el futuro soñado.


La tregua, dirigida por Sergio Renán en 1974. Película completa.

Pero las circunstancias opuestas de los dos oficinistas, la distancia en años entre Laura y Martín,  pueden derivar en el futuro en un «inevitable desencuentro». A través de los encuentros en el café, la amistad, las muestras de confianza se transforman en «secreto compartido». El abrazo, el primer beso generan «un único futuro tangible». Para la consumación amorosa, Benedetti transmite al agente narrador, Santomé, una elocución en tempo lento para diseñar las reacciones de Avellaneda, para registrar su tensión y su incapacidad para abandonarse al futuro, un futuro gravemente condicionado por la presencia permanente del pasado y el innato existencialismo del protagonista:

La vida se va, se está yendo ahora mismo, y yo no puedo soportar esa sensación de escape, de acabamiento, de final. Este día con Avellaneda no es la eternidad, es sólo un día, un pobre, indigno, limitado día, al que todos, desde Dios para abajo, hemos condenado. No es la eternidad pero es el instante que después de todo, es su único sucedáneo verdadero (29 de agosto).

El agotamiento frente a la vida, el no futuro  y la sombra de la muerte marcan la ruptura del amor de los oficinistas.




La duda ante la propia existencia y el paso del tiempo dibujan la coda perfecta para esta novela:, un final -entre interrogantes- de un diario que Martín Santomé clausura el último día de trabajo:

Desde mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará a mis órdenes. Después de tanta espera, esto es el ocio. ¿Qué haré con él?

Benedetti,  en 1969, incluye en su obra Poemas de la oficina y otros expedientes la composición «Laura Avellaneda».

Usted martín santomé no sabe
cómo querría tener yo ahora
todo el tiempo del mundo para quererlo
pero no voy a convocarlo junto a mí
ya que aun en el caso de que no estuviera
todavía muriéndome
entonces moriría
sólo de aproximarme a su tristeza

usted martín santomé no sabe
cuánto he luchado por seguir viviendo
cómo he querido vivir para vivirlo
pero debo ser floja incitadora de vida
porque me estoy muriendo santomé

usted claro no sabe
ya que nunca lo he dicho
ni siquiera
esas noches en que usted me descubre
con sus manos incrédulas y libres
usted no sabe cómo yo valoro
su sencillo coraje de quererme




MARIO BENEDETTI

     
Mario Benedetti nació en Paso de los Toros (Tacuarembó, Uruguay) el 14 de septiembre de 1920, hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farrugia, quienes, siguiendo sus costumbres italianas, lo bautizaron con cinco nombres familiares como Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia.

La familia residió en Paso de los Toros durante los primeros dos años de vida del autor, para luego trasladarse a Tacuarembó y Montevideo. Allí, en 1928, Benedetti inicia sus estudios primarios en el Colegio Alemán, al que seguirían el Liceo Miranda, donde realizó estudios secundarios de manera incompleta por las dificultades económicas familiares, y la Escuela Raumsólica de Logosofía.

Desde los catorce años trabajó en la empresa Will L. Smith, S.A. de repuestos para automóviles, en la que hizo prácticamente de todo: fue vendedor, cajero, taquígrafo, contable; hasta que en 1939, acompañando como secretario al líder de la Escuela Raumsólica (de la que formaron parte también su familia y la familia de Luz López Alegre, quien después sería su esposa), se trasladó a Buenos Aires, donde hizo también un poco de todo, pero especialmente -según contaría más tarde, leyendo a Baldomero Fernández Moreno- descubrir su vocación de poeta. Volvió a Montevideo en 1941, donde pronto consiguió una plaza de funcionario en la Contaduría General de la Nación y donde (desde 1945 hasta 1974, con la clausura de la publicación), se integró en la redacción del semanario Marcha, un importante foro de reflexión y análisis clave en la cultura rioplatense, en el que se formaron hasta tres generaciones uruguayas de intelectuales (con Juan Carlos Onnetti, Eduardo Galeano, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti o Idea Vilariño como nombres principales) de cuya sección literaria Benedetti sería director en 1954.



En 1945 publica su primer libro de poemas, La víspera indeleble, que no se volverá a editar, y un año después, el 23 de marzo de 1946, contrae matrimonio con Luz López Alegre, su gran amor y compañera de vida, a la que conocía desde que eran niños. Un año más tarde el matrimonio recorre parte de Europa con los padres de Luz, en un viaje que será el preludio del que harán en 1957, mucho más largo.


De regreso en Montevideo, en 1948 dirige la revista literaria Marginalia y aparece su primera obra ensayística, Peripecia y novela (1948), a la que siguió su primer libro de cuentos, Esta mañana (1949), con el que obtuvo el Premio del Ministerio de Instrucción Pública, galardón al que Mario Benedetti accedió en repetidas ocasiones, hasta que en 1958 renunció a él por discrepancias con su reglamentación. Por esas mismas fechas participa activamente en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos, su primera acción como militante, y publica los poemas de Sólo mientras tanto (1950), editado por Número, una de las revistas literarias más destacadas de la época, de la que Benedetti fue miembro del consejo de redacción, y que se hará cargo también de las ediciones de Marcel Proust y otros ensayos y El último viaje y otros cuentos, posteriormente integrados a otros títulos.

En 1953 aparece Quién de nosotros, su primera novela, que, aunque bien recibida por la crítica, pasará casi desapercibida entre el público y tendrá que esperar al tirón del volumen de cuentos Montevideanos (1959) -en los que toman forma las principales características de la narrativa de Benedetti- y especialmente al de su siguiente novela, La tregua (1960), para ser leída con atención. Fue esa última obra, La tregua, la que supuso la consagración definitiva del escritor y el inicio de su proyección internacional (la novela tuvo más de un centenar de ediciones, fue traducida a diecinueve idiomas y llevada al cine, el teatro, la radio y la televisión), que corren paralelas a la creciente relevancia de Benedetti como poeta desde el rotundo éxito que disfrutaron sus Poemas de la oficina (1956).



Pero ese año 1960 es una fecha significativa también para la trayectoria personal y política del autor. Ha vivido cinco meses en Estados Unidos (que, dijo, se le «atragantó» por múltiples motivos: el materialismo, el racismo, la desigualdad), se adscribe abiertamente al grupo de intelectuales afines a la Revolución Cubana («un sacudón que nos cambió todos los esquemas, que transformó en verosímil lo que hasta entonces había sido fantástico, e. hizo que los intelectuales buscaran y encontraran, dentro de su propia área vital, motivaciones, temas y hasta razones para la militancia») y a raíz de todo esto escribe su primer texto explícitamente comprometido, El país de la cola de paja (1960). 

Desde entonces aumentará su participación política y vivirá unos tiempos de intensa actividad intelectual (trabaja como crítico y codirector la página literaria del diario La mañana, colabora como humorista en la revista Peloduro, escribe en La Tribuna Popular, viaja a México para participar en el II Congreso Latinoamericano de Escritores, es Miembro del Consejo de Dirección de Casa de las Américas de La Habana y funda y dirige allí el Centro de Investigaciones Literarias hasta 1971), literaria (Gracias por el fuego, 1965, El cumpleaños de Juan Ángel, 1971, Letras de emergencia, 1973, La casa y el ladrillo, 1977, Cotidianas, 1979) y también militante: lidera el Movimiento de los Independientes del 26 de Marzo que luego integrará el Frente Amplio (alternativa a los dos clásicos partidos: el Blanco y el Colorado). Tras el Golpe de Estado del 27 de junio de 1973 renuncia a su cargo en la universidad y, por sus posiciones políticas, debe abandonar Uruguay, partiendo a un largo exilio de casi doce años que lo llevó a residir en Argentina, Perú, Cuba y España, y que dio lugar también a ese proceso bautizado por él como desexilio: una experiencia con huellas tan profundas en lo vital como en lo literario.



Tras esos largos años en los que vivió y escribió alejado de su patria y de su esposa, quien tuvo que permanecer en Uruguay cuidando de las madres de ambos, Benedetti regresa a su país en marzo de 1983, se integra como Miembro del Consejo Editor en la nueva revista Brecha, que dará continuidad al proyecto interrumpido de Marcha, y sigue escribiendo, engrosando una ya extensa trayectoria poética (Recuerdos olvidados, 1988, Viento del exilio, 1981 Primavera con una esquina rota, 1982, Las soledades de Babel, 1991, Preguntas al azar, 1986, El mundo que respiro, 2001, Insomnios y duermevelas, 2002, El porvenir de mi pasado, 2003, Existir todavía, 2004, Adioses y bienvenidas, 2005, Testigo de uno mismo, 2008), narrativa (Geografías, 1984, La borra del café, 1992, Andamios, 1996), y ensayística (Perplejidades de fin de siglo, 1993) que disfruta de un reconocimiento internacional merecedor de innumerables premios y galardones.


El ensayista y autor de relatos, poemas y novelas repartirá su tiempo entre sus residencias de Uruguay y España hasta que tras el fallecimiento de su esposa en 2006 se traslade definitivamente a su residencia en el barrio Centro de Montevideo, Uruguay. Con motivo de su traslado, Benedetti donó parte de su biblioteca personal en Madrid al Centro de Estudios Iberoamericanos de la Universidad de Alicante que lleva su nombre.

En los últimos años la salud del escritor se resiente y es hospitalizado a menudo hasta que el 17 de mayo de 2009 muere en su casa de Montevideo, a los 88 años de edad. El gobierno uruguayo decreta duelo nacional y dispone que su velatorio se realice con honores patrios en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. El poeta descansa junto al de su esposa Luz en el cementerio del Buceo de Montevideo.