lunes, 8 de junio de 2009

LA CONJURA DE LOS NECIOS



CUARENTA ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE J. K. Toole 1969-2009



IX. Cuando un verdadero genio aparece en el mundo podréis reconocerlo por esta señal: todos los necios se unirán contra él.

XVIII. La ambición con frecuencia empuja a los hombres a hacer las acciones más ruines. Así, trepar se hace en la misma postura que arrastrarse.

XXXV. La mayoría de las diversiones de los hombres, los niños y los animales son una imitación de la lucha.

Puntos de vista sobre diversas cuestiones, Jonathan Swift.


Un Chevrolet Chevelle color blanco del año 67 fue el espacio elegido por nuestro autor
para despedirse de todo y de todos: con un trozo de manguera de jardín conectó el tubo de escape
con el interior del vehículo y así fueron encontrado, auto y dueño junto a una carretera vecinal, muy cerca de Biloxi, Mississippi, dos meses después de abandonar su hogar o, lo que es lo mismo, dejar atrás a la dominante Telma Toole, su madre, en compañía de un hombre camino de la demencia, su padre. Regresaba John Kennedy Toole de un viaje que le había llevado a muchos sitios y a California, donde parece que llegó a visitar el castillo de William R. Hearst, aquel magnate retratado por Orson Welles en “Ciudadano Kane”. Así finalizaba la otra conjura contra el creador del personaje Ignatius Reilly: la de la depresión y el alcohol; este final “hermanaría” al escritor nacido en Louisiana con otro “ilustre” suicida: Thomas Chatterton, quien ciento noventa y nueve años antes había decidido, con ayuda del arsénico, apearse de este mundo que tanto le incomprendía.

Escapar, escapar. Fue así, escapando a través de la escritura como Toole escribió su primera novela, “La biblia de neón”, con dieciséis años. En sus páginas pulula sobre suelos de arcillas y cenizas David, un niño de esa misma edad que sufre la realidad en un pueblo perdido del Sur estadounidense...

La maestra se llamaba señora Watkins. También conocía a su marido, que era diácono de la iglesia. No sé cómo se ganaba la vida, pero su nombre salía continuamente en el periódico, porque intentaba eliminar la bebida del condado, impedir que la gente de color votara, procurar que retiraran “Lo que el viento se llevó” de la biblioteca, porque lo leía mucha gente y él sabía que era ´licencioso´."


Algunos años después escaparía de nuevo nuestro escritor -esta vez poniendo tierra de por medio- para trabajar como asistente del Departamento de Inglés en Lafayette (Louisiana). Pero antes había vivido en Nueva York, donde finalizó su posgrado en la Universidad de Columbia y donde, quizá, vivió sus momentos más felices tras conocer a una estudiante, la mujer que resultaría su amor platónico y cuya relación inspiraría la que Ignatius Reilly y Myrna Minkoff mantienen a lo largo del libro que estamos leyendo este mes. Es sabido que Toole siempre quiso volver a Nueva York y reencontrarse con aquella chica.

Sin embargo, una vez más, la realidad no tuvo un final tan feliz como la ficción: Ruth Kathmann no volvió, John Kennedy Toole no se salvó.