domingo, 5 de febrero de 2012

"PEDRO PÁRAMO" (Próxima sesión: miércoles 15, 20 h.)



“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo". 


Así comienza esta novela, en Comala, un topónimo irreal, derivado de la palabra "comal", ese recipiente que se pone sobre las brasas y donde se calientan las tortillas; un brasero, símbolo infernal por el que deambulará Juan Preciado, el héroe en búsqueda de sus orígenes. El lugar en sí es también una síntesis de muchos pueblos de la tierra de Rulfo, y sus características son comunes a todos ellos: el caciquismo, la desesperación, el calor sofocante, la despoblación, etc., tan presentes en este libro: 

"Lo elaboré durante años, pero no había escrito una sola página. Me daba vueltas y vueltas en la cabeza. Cuando regresé al pueblo de mi niñez, treinta años después, y lo encontré deshabitado, fue cuando obtuve la clave que me indicó que debía comenzar a escribir la novela. Mi pueblo tenía unos ocho mil habitantes, y sólo quedaban unos ciento cincuenta vecinos; en tres décadas la gente se había ido, así simplemente. Está este pueblo al pie de la Sierra Madre, donde sopla mucho viento; a alguien se le había ocurrido sembrar de casuarinas las calles, y, esa noche que me quedé allí, en medio de toda esa soledad, el viento en las casuarinas mugía, aullaba, en ese pueblo vacío... Entonces supe que estaba en Comala, el lugar ese... Comprendí, entonces, que era hora de escribir y nació Pedro Páramo, que es la historia de un pueblo que va muriendo por sí mismo, nadie lo mata, nadie, sólo va muriendo por sí mismo.”

"En sus fotos", dice Carlos Fuentes, “es como si Rulfo se asomase fuera de las tumbas de Comala para descubrir la luminosidad de las sombras”
La novela se inicia, entonces, en dos mundos diferenciados: el Comala que recuerda la madre, el que ya no existe, y este, un pueblo fantasmagórico, el que descubre Juan Preciado. Estos dos pueblos crean el lugar de espanto en que transcurre la narración, que es un reflejo terrenal de la transformación de las cosas, una imagen de la realidad impalpable de nuestro mundo. Es, según la visión del autor, el Purgatorio en vida; porque en Pedro Páramo se cuenta la peregrinación de un alma en pena que busca realizar una ilusión, la de entroncar con sus orígenes.

Desde la puerta, h. 1950
Pero también es  la historia de un amor trágico: “Sí lo podemos decir. Porque Pedro Páramo, en su esencia, es un hombre frustrado por un amor imposible. En lo más íntimo, Pedro Páramo nació de una imagen y fue la búsqueda de un ideal que llamé Susana San Juan, a la que soñé a partir de una muchachita que conocí a los 13 años; ella nunca lo supo y no la volví a ver jamás en la vida”.

Tras pasar las primeras páginas de esta novela, cualquiera de sus lectores puede intuir que sólo con la relectura se captará, poco a poco,  lo inusual del paisaje, lo poético de la narración y lo trágico del relato...  aunque, según su autor, se precisan tres lecturas para comprender esta obra. En efecto, la complejidad del resultado nos invita a imaginar la dificultad de su desarrollo; en su elaboración, esta novela fue un ejercicio de eliminación: 


"Lo más difícil que tuve que salvar para escribir el Pedro Páramo, fue eliminarme a mí mismo, matar al autor, quien es, por cierto, el primer muerto del libro. Es cierto: lo más difícil fue eliminarme a mí mismo de la historia. Primero reuní unas trescientas páginas. Llegué a hacer cuatro versiones, y conforme pasaba a máquina un nuevo original, iba destruyendo hojas, iba eliminando divagaciones... me borré completamente. Primero la había escrito en secuencia, pero advertí que la vida no es una secuencia; pueden pasar los años sin que nada ocurra y de pronto se desencadenan los hechos muy espaciados, roto el esquema del tiempo y el espacio, por eso los personajes están muertos, no están dentro del tiempo o el espacio. Lo que ignoro es de dónde salieron las intuiciones a las que debo su forma: fue como si alguien me dictara".

“Aquí en los pueblos de México existe la idea de que las ánimas en pena visitan a los vivos. En los caminos, todavía hoy, donde hay un muerto la gente arroja una piedra sobre la sepultura; esa piedra equivale a un Padrenuestro para la salvación del ánima del difunto. En la novela, todos están muertos. Ya desde que Juan Preciado llega al pueblo con el arriero está muerto. La historia del pueblo se la cuentan los habitantes muertos. Así, el pueblo vuelve a vivir una vez más. Ese ha sido mi propósito, darle vida a un pueblo muerto." 


JUAN RULFO

"Me llamo Juan Nepomuceno Pérez Rulfo Vizcaíno, me apilaron todos los nombres de mis antepasados maternos y paternos como si fuera el vástago de un racimo de plátanos, y aunque siento preferencia por el verbo arracimar me hubiera gustado un nombre más sencillo."

Juan Rulfo (Apulco, Jalisco, 1917-México) nació en la casa familiar de la hacienda de Apulco, pequeño lugar dependiente administrativamente de Sayula en donde fue registrado su nacimiento el 16 de mayo de 1917, pero realmente pasó los años decisivos de su niñez en otra población cercana llamada San Gabriel, un pueblo que había sido próspero, pero que, como a tantos otros, lo arruinó la Revolución. El sur (“Los Bajos”) del estado de Jalisco, al que pertenecen estos lugares de la infancia de Rulfo, estaba en aquel tiempo muy aislado, empobrecido, abandonado y sumido en la anarquía. Cronológicamente hay que situarse a finales de la Revolución Mejicana (1910-1920) y en medio de la rebelión de los Cristeros (1926-1928), la violenta reacción de los sectores católicos tradicionales contra el laicismo revolucionario.

"La cristiada se caracterizó más que nada por el saqueo, tanto de un lado como del otro. Fue una rebelión estúpida porque ni los cristianos tenían posibilidades de triunfo, ni los federales tenían los suficientes recursos para acabar con estos hombres que eran de tipo guerrillero."

La infancia de nuestro autor fue desarrollándose, pues, entre revueltas campesinas, bandolerismo, saqueos, incendios, matanzas y protestas sociales. Precisamente, como resultado del fanatismo y de la violencia de aquella época y de aquel territorio devastado, su padre fue asesinado, así como varios de sus tíos.

Cristeros en misa
“Yo tuve una infancia muy dura, muy dificil. Una familia que se desintegró muy fácilmente en un lugar que fue totalmente destruido. Desde mi padre y mi madre, inclusive todos los hermanos de mi padre fueron asesinados. Entonces viví en una zona de devastación. No sólo de devastación humana, sino devastación geográfica. Nunca encontré ni he encontrado hasta la fecha la lógica de todo eso. No se puede atribuir a la Revolución. Fue más bien una cosa atávica, una cosa de destino, una cosa ilógica. Hasta hoy no he encontrado el punto de apoyo que me muestre por qué en esta familia mía sucedieron en esa forma, y tan sistemáticamente, esa serie de asesinatos y de crueldades.”

La pronta muerte de su madre, cuando él tenía diez años, vino a colmar el vaso de las desgracias familiares. Tras salir de un orfanato de Guadalajara, en 1934 se radica en México D.F., y comienza a escribir sus trabajos literarios y a colaborar en la revista América. Cuatro años después, quizá movido por su propia situación como habitante de la gran ciudad, comenzaría el intento de una primera novela, El hijo del desconsuelo, un texto sobre los campesinos emigrados a la ciudad que acaba destruyendo por juzgarla excesivamente retórica. En 1942 publica dos cuentos que formarán parte de El llano en llamas. Este mismo año comienza a escribir Pedro Páramo, obra que vería la luz más de diez años después.

"‘Tenía los personajes completos de Pedro Páramo, sabía que iba a ubicarlos en un pueblo abrasado por el desierto, sabía cómo iba a transcurrir toda la novela; pero no sabía cómo iba a decirlo, me faltaban las formas. Y para eso escribí los cuentos de El Llano en llamas, para soltar la mano."



Clara Aparicio
En 1947 comienza a trabajar para la Goodrich Euzkadi -empresa  fabricante de neumáticos- como publicista y representante, y a raíz de sus viajes de trabajo inicia su notable labor fotográfica. Un año después se casa con Clara Aparicio, cuya relación epistolar fue publicada hace unos años (Aire de las colinas. Cartas a Clara. Debate, 2000). Posteriormente, y gracias a la subvención de la Fundación Rockefeller, Juan Rulfo puede dedicarse plenamente a la escritura.

Facsímil de la primera edición de "El llano en llamas"

En 1953 publica El llano en llamas -una colección de relatos-, y dos años más tarde aparece Pedro Páramo. De esta última obra opinaba Borges que "es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura". A partir de la publicación de estos dos libros -y de sus numerosas traducciones- el prestigio literario de Rulfo habrá de incrementarse de manera constante, hasta convertirse en el escritor mexicano más reconocido en su país y en el extranjero. La segunda novela de Juan Rulfo, El gallo de oro, fue escrita entre 1956 y 1958, pero no llegó a publicarse hasta 1980, habiéndose utilizado previamente para producir una película del mismo título.

1967. Versión cinematográfica de Pedro Páramo, dirigida por Carlos Velo. Rulfo dice en esta época renunciar a publicar ningún texto literario más, declaración que, coincidiendo con el “boom” de la narrativa hispanoamericana en España y Europa, ayuda al proceso imparable de mitificación del novelista. Sin embargo, Juan Rulfo estaba escribiendo lo que parecía una nueva novela –que pensaba titular La cordillera–, pero que no habría acabado aún 20 años más tarde...

Obtuvo importantes premios: el Nacional de Literatura en México, en 1970, y el Premio Príncipe de Asturias en España, en 1983.




Durante las dos últimas décadas de su vida, Juan Rulfo desarrolló una intensa actividad en favor de los más desprotegidos a través de su trabajo en el Instituto Nacional Indigenista de México, donde se encargó de la edición de una de las colecciones más importantes de antropología contemporánea y antigua de México. El escritor nacido en Jalisco, que había sido un atento lector de la historia, la geografía y la antropología de su país a lo largo de toda su vida, colmaría con este trabajo una de sus vocaciones más duraderas.

Falleció en México, en 1986.