“¿Qué es pues lo que de los poemas de Cavafis sobrevive a su traducción y nos conmueve? Algo que sólo se me ocurre llamar, con la mayor inadecuación, un tono de voz, un discurso personal.”
W. H. Auden.
Constantino Petros Cavafis nació en Alejandría el 17 de abril de 1863. Tras la muerte de su padre, un rico comerciante, la familia tuvo que emigrar a Inglaterra. Tras regresar, siete años después, a Alejandría, y debido a la intervención inglesa entre 1882 y 1885, su familia se vio obligada a volver a Estambul, ciudad donde Constantino tendrá sus primeras experiencias sexuales, naciendo el poeta. Al volver a su ciudad natal la ruina familiar se precipita, y la muerte de un hermano –su consejero y mecenas- condiciona el ingreso de Kavafis en el Ministerio de Riegos egipcio, trabajo que desempeñaría hasta 1920.
Publicó relativamente poco en vida, fue muy escrupuloso con la divulgación de su obra; de forma esporádica daba a la imprenta poemas en hojas sueltas o prestaba su voz en revistas literarias. Al final de su vida sólo “autorizó” ciento cincuenta y cuatro poemas. En 1935, dos años después de su muerte, se publicaron reunidos y en el orden cronológico que él indicó esos poemas “canónicos”. Hasta 1968 no se daría a conocer otro grupo de setenta y cinco poemas, los denominados “inéditos”. Posteriormente, procedentes de los archivos del escritor, fueron rescatados una larga serie de “inconclusos”, “borradores sueltos” y “poemas en prosa”,
Fue
La biografía de Cavafis o su teoría literaria ayudan poco para la comprensión de su poesía; sin embargo, la observación del contexto artístico en que surge su obra resulta imprescindible. La relación de la poesía de Cavafis con el Decadentismo francés es fundamental para entenderla. Obras como la novela “À rebours”, de Joris-Karl Huysmans, admirada por Oscar Wilde y sus seguidores, determinarían una nueva forma de sensibilidad.
Para los escritores decadentistas la existencia está constituida por experiencias fragmentarias y sensaciones que sólo cobran sentido a través de las vivencias personales; según esto, las respuestas emocionales a las experiencias intensas se convierten en lo más importante de la vida del individuo.
La existencia, el tiempo, son vividos como una sucesión de momentos aislados, inconexos. Esta actitud implica un cierto fatalismo, una aceptación digna de lo inexorable, como, por ejemplo, la muerte.
de aquellos que murieron o de aquellos que están
como los muertos, perdidos para nosotros.
(“Voces”, 1904)
En medio del paulatino proceso de aniquilación del individuo atrapado en su destino, sólo el arte parece surgir como única realidad creativa con sentido por encima o a pesar de la existencia cotidiana carente del mismo.
Cavafis, como los decadentistas, también estudió la poesía de Baudelaire –padre según muchos de la poesía europea- y se sintió atraído por la idea baudeleriana de que la experiencia humana está impregnada por los vivificantes destellos de esas sensaciones cuya intensidad rompen la monotonía de la existencia.
“Por azar se encontraron sus miradas,
y el ilícito deseo de su carne
con timidez expresaron indecisos.”
(“El escaparate del estanco, 1917)