sábado, 21 de mayo de 2016

I ENCUENTRO REGIONAL DE CLUBES DE LECTURA



El pasado sábado 14 de mayo celebramos en Cieza el  “I Encuentro Regional de clubes de Lectura”, organizado por el Club de Lectura Dante. Una experiencia en la que hemos sido pioneros, y que ha abierto un nuevo camino de comunicación entre los clubes de lectura de la Región de Murcia.





La jornada se desarrolló en un ambiente entrañable donde todos, anfitriones y asistentes, dieron lo mejor de sí mismos. Tras la recepción de bienvenida, hecha por el alcalde de nuestra ciudad y la directora de la Biblioteca Padre Salmerón, se inició una visita guiada por los rincones más emblemáticos de nuestra localidad, para acabar la mañana en el Claustro de la biblioteca, dónde se sirvió un almuerzo.





  




La tarde se inició con una mesa redonda en la que participaron Ángel Salcedo, Lola López Mondejar, Carlos Gironés y representantes de distintos clubes. El debate estuvo centrado en la realidad de los clubes de lectura de nuestra región, a partir de los datos previamente obtenidos de una serie de encuestas. 





Tras la lectura de las conclusiones por los componentes del Club Dante, el acto se cerró con el monólogo “La voz humana” de Jean Cocteau, magníficamente interpretado por Elizabeth Sogorb, bajo la dirección de Ana Barceló, ambas pertenecientes a la Escuela de Arte Dramático de Murcia (ASAD).


Destacamos también en este encuentro la donación de libros por parte de la Dirección General de Bienes Culturales, a través de la editorial Tres Fronteras, la asociación ANABAD y la editorial ciezana Ediciones Alfaqueque.


martes, 17 de mayo de 2016

Una soledad demasiado ruidosa (miércoles 18, 20h)



Hanta lleva más de 35 años trabajando en un sótano triturando papel. Lo repite casi como un mantra en cada capítulo de este libro. Destruye libros y fabrica balas que además de eso, del papel, incorporan reproducciones de cuadros, litografías, ratones que pululan por allí y hasta su sangre y su propia vida. En ocasiones, entre todos esos materiales hay hallazgos milagrosos, libros que rescata como tesoros y guarda. 

¿Para qué? 

“Mi misa, mi ritual consiste no solo en leer estos libros, sino en meter alguno en cada paquete que preparo, y es que tengo la necesidad de embellecer cada paquete, de darle mi firma. Éste es mi calvario”. 

No solo eso. Al destartalado sótano de Hanta han llegado “kilos de reproducciones de Rembrandt y Hals, de Monet y Manet, de Klimt y Cézanne” que no hacen sino embellecer más aún las singulares balas de papel de Hanta. Gracias a ellas, a los escritores, filósofos y pintores con quienes convive y a los que exprime, Hanta es un hombre feliz y un hombre sabio y “culto a pesar de mi mismo”, como también repite unas cuantas veces. Y no mucho más porque sí, también hay una historia de amor fresco e imposible con una gitana, y otra historia recurrente y fascinante de amor y caca –no es metáfora– con otra mujer que conoce desde la infancia.


Fragmento de la adaptación al cine de Trenes rigurosamente vigilados

También es un amor imposible. El verdadero amor del protagonista y del autor –que trabajó realmente en una prensa de papel– es por los libros, por autores como Kant que le anima y reconforta en su tarea: “Así trabajaba, adornando las pequeñas tumbas de los ratoncitos, y de vez en cuando me iba a leer un fragmento de la Teoría general del cielo, cada vez tomaba una frase y la saboreaba como si fuese un caramelo de menta. Me inundaba la grandeza desmesurada y la infinita pluralidad, me invadía la belleza, la bellaza caía sobre mí como un riego (…)”. 

A esos especiales amigos que nunca fallan recurre Hanta cuando hay que combatir, de modo que un día cuando le traen en un camión del matadero un hediondo cargamento de papel manchado de sangre cuenta: “para vengarme introduje en la primera bala, bien abierto Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, en la segunda Don Carlos, de Schiller y en la tercera, para que la palabra se hiciera carne sangrienta Ecce Homo de Nietzsche”. 

En ocasiones, tras unas cuantas cervezas, esos amigos se presentan sin avisar: “veo a Schelling y a Hegel nacidos el mismo día y el mismo año; un día vino cabalgando hasta mi cama Erasmo de Rotterdam en persona para preguntarme cómo se llegaba al mar. Por eso no pude extrañarme en absoluto que esa tarde viniesen a visitarme a mi sótano dos hombres a los que quiero mucho (…): Jesús y Lao-Tse estaban de pie junto a mi prensa (…): Jesús era un campeón de tenis que acababa de ganar Wimbledon, Lao-Tse, miserable, era como un comerciante que a pesar de sus riquezas parecía desposeído de todo”. 



Como en los chistes, Una soledad demasiado ruidosa encierra una noticia buena y una mala. La mala es que cuando le has tomado cariño al protagonista y a su manera de trabajar y de vivir aquello se acaba. ¿Qué estúpida manera de trabajar es esa? Si existen gigantescas prensas industriales que hacen en una semana el trabajo que Hanta realiza en un año… Cuando el protagonista visita en secreto una de ellas, queda golpeado por las charlas de operarios miméticos que beben leche en vez de cerveza y hablan del veraneo: 

“Sus planes de vacaciones en Grecia me dejaron absolutamente abatido: yo nunca he visto la antigua Grecia a no ser en los libros de Herder y Hegel o de Nietzsche con su visión dionisíaca del mundo (…). Cada día durante estos 35 años he experimentado el complejo de Sísifo que tan bien describió Sartre y aún mejor Camus; cuantos más paquetes se llevan más papel llega y así siempre, hasta el infinito (…): Esos jovencitos pasarán el verano en la Hélade sin saber nada de Aristóteles ni de Goethe, ni de la inmortalidad de la Grecia antigua, frescos como una rosa”. 

Su existencia es el fin de la de Hanta, y la luminosa prensa, el de su sótano. Pero la historia de amor con los libros no acaba porque no tiene fin: ni la prensa más poderosa ni las hogueras pueden con ellos . Esa es la buena noticia: “todos los inquisidores del mundo queman libros en vano, porque cuando un libro comunica algo válido su ritmo silenciosos persiste incluso cuando lo devoran las llamas, y es que un verdadero libro siempre indica algún camino nuevo que conduce más allá de sí mismo”. 

Al parecer, el autor de este libro Bohumil Hrabal dijo que solo había vivido para escribir este libro. Que el lector recoja el testigo y viva para leerlo. Y contarlo. 

Fuente: http://filosofiahoy.es/index.php/mod.pags/mem.detalle/relcategoria.4222/idpag.6054/v_mem.listado/chk.e00bcdbd97be7b3ef05969b0ae0fc7b4.html


BOHUMIL HRABAL


«Camino hacia delante, pero con el dedo señalo mi máscara que me he puesto como un actor que decide hacer el payaso...»

Roland Barthes


(Brno, 1914-Praga, 1997) Escritor checo cuya obra se caracteriza por su visión satírica de la realidad y el relieve que confiere a sus aspectos absurdos. Considerado uno de los más grandes autores del siglo XX en su lengua por su facilidad narrativa y el uso alternativo del humor y la tragedia en un mismo plano, adquirió popularidad con sus novelas Curso de danza para adultos y alumnos adelantados (1964), Trenes rigurosamente vigilados (1965) y Yo que serví al rey de Inglaterra (1971). Su adhesión al Manifiesto de las dos mil palabras (1968) provocó la prohibición temporal de sus publicaciones en el país. La novela autobiográfica Bodas en casa (1990) confirmó el lugar de privilegio que ocupa entre los escritores centroeuropeos.

Bohumil Hrabal cursó en Praga estudios de derecho, que hubo de interrumpir a causa de la ocupación nazi. Trabajó como empleado ferroviario durante la guerra y en diversos oficios a su término: tramoyista, cartero, metalúrgico. A partir de 1962 se dedicó por entero a la literatura. Después de la invasión soviética de 1968 no pudo continuar publicando legalmente sus novelas, parte de las cuales aparecieron en samizdat (publicaciones al margen de la ley) o en el extranjero.


Ya a finales de la década de 1940 había comenzado a escribir poesía, así como relatos cortos, aunque éstos no verían la luz, transformados, hasta decenios más tarde. Sus primeras obras en verso muestran todavía las influencias del "poetismo", pero será la tradición surrealista (checa y francesa) la que marcará con mayor claridad su producción narrativa posterior, con el gusto por la yuxtaposición de elementos discordantes, la pasión por el "collage" y la construcción de las metáforas.

En 1956 publicó Conversaciones con la gente, pero fue Una perla en el fondo la que alcanzó un gran éxito, seguida de Los palabristas (1964) y el extenso "monólogo-collage" Curso de danza para adultos y alumnos adelantados (1964). Tales obras son una confusa reunión de pequeñas historias y anécdotas de irrefrenable comicidad, sostenidas por un lenguaje rico y compacto que alcanza el nivel de joya de la lengua hablada. Desde el principio destacó por la originalidad de sus textos, situados entre la literatura oral y la vanguardista, con manifiestos antecedentes en la tradición picaresca de J. Hasek, un gran despliegue de humor y asociaciones surrealistas; el resultado fue una producción radicalmente subversiva.

De estructura más clásica es Trenes rigurosamente vigilados (1965), acerca de cómo el intento de superar sus problemas sexuales conduce al joven Milos al heroísmo en la resistencia antinazi; llevada al cine por Jiøí Menzel, el filme obtuvo un Oscar en 1966. Con esta obra se enfrentó a la forma cerrada y más amplia de la novela, mientras que en Anuncio una casa donde ya no quiero vivir (1965), Hrabal toma una vez más del "collage" el principio de la contraposición de planos narrativos diversos y regresa al período oscuro del estalinismo, iluminándolo con relámpagos de metáforas surrealistas, con gran melancolía política pero al mismo tiempo con enorme confianza en el hombre, auténtico protagonista de toda su obra.

Tras la invasión soviética de 1968, que le supuso más de siete años de silencio editorial forzado, dos libros retirados de la venta y una publicación incompleta y cronológicamente desfasada de sus obras, Hrabal elaboró formas narrativas de inspiración más amplia, como la trilogía ambientada en Nymburk que tiene como protagonistas a los padres del escritor (sobre todo a la madre) y al propio Hrabal, y que integran las novelas La tonsura (1976), La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo (1978) y Los millones de Arlequín (1981). El tema que pasa a ocupar el primer plano es la actitud del hombre frente a la muerte y a la historia.


Un día, precisamente un domingo a mediodía, su madre, una chica joven que entonces vivía su primer amor, tras una larga lucha interior, anunció a sus padres que estaba embarazada. Su padre, con mucha rabia, la arrastró de la mano al patio y la apuntó con el fusil rugiendo: «¡Arrodíllate, te voy a matar de un tiro!». Por suerte, en ese momento salió al patio su mujer, que conocía perfectamente los estallidos de cólera de su marido, y dijo: «¡Venga, ya es hora de comer y la sopa se enfría!».

Ese episodio, en el que Hrabal insistía, y por lo tanto intentaremos creerle, acompañará a Bohumil toda la vida; tanto cuando era niño como cuando era mayor, nunca dejó de ser asustadizo. «Mi mundo se reduce a la vida en un vientre extramatrimonial y a una sensación de miedo permanente, que solo he intentado superar escribiendo», confesó ya en su madurez.

Monika Zgustova 
Los frutos amargos del jardín de las delicias. Vida y obra de Bohumil Hrabal


Le siguieron las tres novelas que representan la cumbre de su producción. Nezný barbar (Bárbara ternura, 1973), publicado sólo en el extranjero, relata las aventuras picarescas e inverosímiles del dibujante V. Boudník y sus amigos E. Bondy y Bohumil Hrabal en la Praga de los años cincuenta y sesenta. En Yo que he servido al rey de Inglaterra (1982), describe la ascensión y caída de un joven aprendiz de camarero en contacto con la historia. Y Una soledad demasiado ruidosa (1976), publicada también sólo fuera de Checoslovaquia, es el amargo monólogo de un trabajador de un almacén de reciclaje de papel frente a un mundo que cambia de manera inexplicable, violenta y poética; esta "renuntiatio mundi" de un no-intelectual "instruido en contra de su voluntad" ante la progresiva desaparición de su propio mundo cultural es sin duda una de las obras maestras del autor.

La producción de Bohumil Hrabal, dispersa y fragmentada, aunque traducida a numerosas lenguas del mundo, es enorme en extensión, de modo que aún prosigue el trabajo de edición de sus obras completas. De entre sus restantes títulos sobresale la trilogía de recuerdos Bodas en casa (1986-1987), que consta de una primera parte de título homónimo y una segunda y tercera tituladas Vita nuova y Solares. La obra recoge la trayectoria personal e intelectual del autor, narrada por su esposa Eliska y por otras personas que tuvieron algún papel en su vida, así como por el propio Hrabal. En la primera parte la narradora, joven aún, llega sola y sin recursos a la Praga de la inmediata posguerra. Ha perdido a su familia, deportada. Allí conoce a Bohumil Hrabal, que acabará convirtiéndose en su marido; es un abogado que jamás ejerció como tal y que se dedica a escribir unos textos impublicables en aquella época. Hrabal aún tiene tiempo de mostrar a Eliska la Praga viva y tradicional que está a punto de desaparecer, arrollada por el terror, la burocracia y el aburrido uniformismo estalinista.



Tras esta introducción, lírica y nostálgica, Vita nuova recoge una serie de episodios inconexos, reunidos en una especie de collage narrativo. El tiempo avanza y retrocede: recuerdos de infancia, deshielo tras la muerte de Stalin, tertulias y conversaciones con los amigos y descripciones detalladas de ambientes y personas, incluido el propio autor. Pese a la relativa apertura política, Hrabal no ha conseguido ser aceptado como escritor; ha desempeñado diversos empleos y Eliska trabaja como camarera. Por fin, consigue publicar un libro, pero en cuanto aparece es objeto de prohibición y su autor incluido en la lista negra.


La centralidad del pensamiento en Bohumil Hrabal

La última parte de la trilogía, Solares, también está estructurada en collages, y centra la narración en la década de 1960. Con casi cincuenta años, Hrabal consigue publicar un volumen de cuentos que tiene gran éxito. Comienzan los reconocimientos, los premios, las salidas al extranjero. Pero no faltan las amarguras: enfermedades, temor a la muerte, separación de amigos, la invasión de Checoslovaquia en 1968 y la nueva inclusión del autor en la lista negra de la disidencia, disipadas ya las efímeras esperanzas de la primavera de Praga. Pese a las coacciones, sigue escribiendo, y una prueba de su irreductible voluntad de perseverar es precisamente este libro, redactado en los últimos pero no menos duros años del régimen comunista, que el autor vivió en condiciones especialmente penosas. Quizá por eso, a modo de mecanismo compensador, confiere relieve en la obra a sus recuerdos más alegres.