jueves, 24 de junio de 2010

José Saramago, poeta




EN LA ISLA A VECES HABITADA

En la isla a veces habitada de lo que somos, hay

noches, mañanas y madrugadas en que no

necesitamos morir.

Entonces sabemos todo lo que fue y será.

El mundo aparece explicado definitivamente y

nos invade una gran serenidad, y se dicen las

palabras que la significan.

Levantamos un puñado de tierra y la apretamos

entre las manos.

Con dulzura.

Ahí se encierra toda la verdad soportable: el

contorno, el deseo y los límites.

Podemos decir entonces que somos libres, con la

paz y la sonrisa de quien se reconoce y viajó

infatigable alrededor del mundo, porque

mordió el alma hasta sus huesos.

Liberemos lentamente la tierra donde ocurren

milagros como el agua, la piedra y la raíz.

Cada uno de nosotros es de momento la vida.

Que eso nos baste.

jueves, 17 de junio de 2010

LAMPEDUSA




Giuseppe Tomasi di Lampedusa nació en Palermo en 1896, hijo del Príncipe Giulio Maria Tomasi di Lampedusa y de la Princesa Beatrice Mastrogiovanni Tasca di Cutò.


Hasta los quince años, edad a la que ingresaría en un instituto de enseñanza en Roma, estudió en el domicilio familiar, donde fue educado por una maestra, por su madre y por su abuela, quien le leía novelas de Emilio Salgari.


En 1915,con 19 años, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Roma, pero ese mismo año fue llamado por el ejército, participó en la derrota de Caporetto y fue hecho prisionero por los austriacos.


En1932 se casó con la más tarde célebre psicoanalista de origen letón Alexandra Wolf-Stomersee, de familia noble y criada en San Petersburgo.


Tomasi se alojó con frecuencia en casa de su primo, el poeta Lucio Piccolo, con el que acudió en 1954 a San Pellegrino Terme para asistir a un premio literario en el que conoció, entre otros, a Eugenio Montale y a Maria Bellonci. Se dice que fue a la vuelta de ese viaje cuando comenzó a escribir El Gatopardo.


El gatopardismo, o mucho más habitualmente, el adjetivo lampedusiano, es un concepto político según el cual en determinados momentos históricos se hace necesario crear una apariencia de cambio revolucionario con el fin último de que la base, el núcleo del sistema, permanezca incólume e inalterado. En una conversación entre el Príncipe de Salina y su sobrino, el autor dibujó este concepto en una frase que ha pasado a la historia: Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.


En mayo de 1957 le es diagnosticado un tumor pulmonar. Su novela no fue publicada hasta un año después de su muerte, cuando Elena Croce (hija del intelectual Benedetto Croce) la envió a Giorgio Bassani, que la hizo publicar en la editorial Feltrinelli, editorial que unos meses antes había publicado Doctor Zhivago, del poeta ruso Boris Pasternak. Al año siguiente, 1959, El Gatopardo obtuvo el Premio Strega, el más importante de la narrativa en Italia. En 1960 llevaba ya más de 50 ediciones y era el primer best-seller italiano.


En 1963, el cineasta Luchino Visconti convertiría la novela en una película del mismo título, protagonizada por Burt Lancaster, que obtuvo gran éxito y diversos premios.

Tras la muerte de Lampedusa, en 1961, se dio a conocer un volumen de relatos titulado Racconti (Cuentos). También fueron publicados los ensayos Lezioni su Stendhal (Lecciones sobre Stendhal, 1971) e Invito alle lettere francesi dil Cinquecento (Invitación a la literatura francesa del siglo XVI, 1979). Además, también han sido publicados un estudio sobre literatura inglesa y parte de su correspondencia.

EL GATOPARDO



Algunos párrafos de “EL GATOPARDO. Mentira de príncipe”, de Mario Vargas Llosa


El Gatopardo es una de esas obras literarias que aparecen de tiempo en tiempo y que, a la vez que nos deslumbran, nos confunden, porque nos enfrentan al misterio de la genialidad artística.

Una vez agotadas todas las explicaciones a nuestro alcance —y Dios sabe hasta qué extremos han sido averiguadas y manoseadas las fuentes de este libro y la peripecia biográfica de su autor—, satisfecha nuestra legítima curiosidad sobre las circunstancias en que se gestó, una duda fundamental queda planeando, incólume: ¿cómo fue posible?

Que no haya respuesta definitiva significa, simplemente, que esos ocasionales estallidos que desarreglan la producción literaria de una época fijándole nuevos topes estéticos y desbarajustando su tabla de valores, reposan sobre un fondo de irracionalidad humana y de accidente histórico para los que nuestra capacidad de análisis es insuficiente.

Ellos nos recuerdan que el hombre es, siempre, algo más que razón e inteligencia.

El Gatopardo es una de esas excepciones que esporádicamente empobrecen su contorno literario, revelándonos, por contraste, la modestia decorosa o la mediocridad rechinante que lo caracteriza. Apareció en 1957 y desde entonces no se ha publicado en Italia, y acaso en Europa, una novela que puede rivalizar con ella en delicadeza de textura, fuerza descriptiva y poder creador.

(…)
Lampedusa leía en cinco lenguas —el español fue la última que aprendió, ya viejo— y su cultura literaria era, según Francisco Orlando (Ricordo di Lampedusa, Milano MCMLXIII), muy vasta. Sin duda lo era y la mejor prueba es su novela. Pero, aun así, la duda se agiganta cuando advertimos que este perseverante lector no había escrito sino cartas hasta que, a los cincuenta y ocho años de edad, cogió de pronto la pluma para garabatear en pocos meses una obra maestra. ¿Cómo fue posible? ¿Debido a que este aristócrata que no sabía vivir en el mundo que le tocó sabía, en cambio, soñar con fuerza sobrehumana? Sí, de acuerdo, pero ¿cómo, cómo fue posible?

Londres, 6 de febrero de 1987