viernes, 15 de marzo de 2013

EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS,comentado el pasado miércoles día 13


En autor utiliza el personaje de Ana Blumer, en busca de su hermano desaparecido, para introducirnos en una civilización que se descompone, donde todo lo que representa nuestra sociedad o estado de bienestar desaparece. “Cuando vives en la ciudad aprendes a no dar nada por sentado. Cierras los ojos un momento, o te das la vuelta para mirar otra cosa y aquella que tenías delante desaparece de repente


Desde las primeras páginas de esta historia Auster consigue engancharnos y nos hace sentir la angustia de algo posible, demasiado probable: El desmoronamiento de la sociedad, la pérdida de todo lo que conlleva nuestra rutina diaria, y que damos por supuesto.

Auster va mostrándonos un país caótico: los cadáveres son utilizados como combustible: la gente se ingenia mil formas de suicidio, como correr hasta la extenuación; el gobierno es totalmente ineficaz y corrupto; la comida escasea….

Es la versión degradada del mundo actual y funciona como un temible augurio de lo que podría sucederle (sucedernos). “El País de las últimas cosas” es la pesadilla y el castigo de la sociedad de consumo. Nada peor para la población del Primer Mundo que verse condenada a vivir como en el Tercer Mundo. La sociedad de consumo no podía tener otro infierno que el del “no consumo”. Un infierno moderno, terrenal y carente de toda finalidad y trascendencia.

miércoles, 13 de marzo de 2013

PAUL AUSTER

Estudió en Columbia y tras licenciarse en literatura se instaló en París, donde trabajó como traductor hasta su vuelta a Estados Unidos en 1974. Establecido en Brooklyn se dedicó a la literatura tras el éxito conseguido por sus novelas “Ciudad de cristal”, “Fantasmas” y “La habitación cerrada”.
Está considerado como uno de los más grandes autores norteamericanos contemporáneos y es por excelencia, el escritor del azar y de la contingencia; como no cree en la causalidad, persigue en lo cotidiano las bifurcaciones surgidas por errores o acontecimientos aparentemente anodinos. Esto sucede en “La trilogía de Nueva York”, en “La música del azar”, y sobre todo en “Leviatán”, en su excepcional escena central.

Auster combina temas cercanos a la filosofía y al existencialismo con tramas en ocasiones cercanas al realismo mágico con resultados que le han llevado a conseguir numerosos éxitos, como es el caso de:”El país de las últimas cosas”

En sus inicios influyeron en él varios autores, como él mismo reconoció en alguna ocasión con estas palabras: "Kafka y Becket, tuvieron un gran impacto sobre mí. La influencia de Beckett fue tan fuerte que casi no pude salir de ella. Entre los poetas me sentía muy atraído por la poesía contemporánea francesa y por los objetivistas estadounidenses, particularmente George Oppen, que se convirtió en mi amigo; también el poeta alemán Paul Celan, que en mi opinión es el mejor poeta de la post-guerra en cualquier idioma. De los poetas viejos, estaban Hölderlin y Leopardi, los ensayos de Montaigne y Don Quijote, de Cervantes, que sigue siendo una gran fuente de inspiración para mí".

Hace unos años Paul Auster convocó a los oyentes de un programa radiofónico, en el que él participaba, a escribir y enviar algunos relatos personales. Sólo fijó dos condiciones: que los textos fuesen breves y rigurosamente verídicos.

La respuesta fue abrumadora: más de cuatro mil relatos de los que Auster seleccionó ciento ochenta, y que dio lugar a la publicación de “Creía que mi padre era Dios”

Además, Auster siempre ha sentido una especial predilección por el mundo del cine, siendo el autor de guiones como: “La música del azar”, “Smoke”, “Blue in the Face, “Lulu en el puente” o “La vida interior de Matin Frost” entre otros, algunos de los cuales ha llegado a dirigir él mismo.

 

Con motivo de sus 65 años, Anagrama y Ediciones 62 publicaron en primicia mundial su último libro “Diario de invierno”, un recuento de algunas de las experiencias y personas que más han marcado su vida, un ejercicio memorístico que va dibujando los surcos por los que ha transitado su obra.

En"Diario de Invierno" (2012) crea diferentes episodios de carácter biográfico sobre sus primeras experiencias sexuales o sus ataques de pánico.

Su objetivo final queda sintetizado en esta aspiración del dramaturgo Peter Brook que Auster repite a modo de mantra:


Crear una obra que tenga la intimidad de lo cotidiano y la distancia del mito, porque sin cercanía no es posible el sentimiento y sin distancia es imposible”.