El Club de Lectura
"Dante" participa en esta Feria del Libro celebrando un encuentro con
la poeta Aurora Saura. Hablaremos sobre literatura, sus libros, autores y autoras preferidos, sobre la creación poética y, por supuesto, acerca del libro que hemos leído durante las últimas semanas; su poemario "Si tocamos la tierra", publicado en 2012.
Aurora Saura Bacaicoa nació en Cartagena y residió en
Alicante la mayor parte de su infancia. Se licenció en Filología Románica en la
Universidad de Murcia y ha sido profesora de Instituto.
Aunque escribía desde muy joven, sólo empezó a hacerlo
con regularidad en los últimos años setenta y no pensó en publicar hasta el
ochenta y cuatro, en que dio por terminado su primer libro, Las horas, editado
en 1986 por la Editora Regional de Murcia. Posteriormente ha
publicado los libros de poemas De qué árbol (1991), Retratos de interior (1998),
y Si tocamos la tierra (2012).
En 2014 publicó la plaquette de haikus Mediterráneo en versos
orientales.
Ha colaborado en coloquios, lecturas poéticas, antologías, revistas literarias y libros en lengua francesa para estudiantes de Español.
LA TIERRA DE AURORA SAURA
Fulgencio Martínez
Si tocamos la tierra, el nuevo libro de poemas de
Aurora Saura (Cartagena, 1949), publicado por Libros de la frontera en la
colección El Bardo, nos vuelve a traer la lectura de un poeta exquisita, que
labora y publica su obra a jornadas cumplidas, poco a poco, y con esmero.
Decidió Aurora Saura, ya en sus inicios de escritora pública, construir, como
su nombre indica, un dominio seguro del día. Para lo cual se ejercitó, desde el
principio, en una elaboración lenta y cuidadosa de sus obras. Publicó su primer
libro de poesía en 1986 (Las horas. Editora Regional, Murcia). A partir de ahí,
de este primer libro -y como dos rasgos que caracterizarán su poética- mantiene
la poesía de Aurora Saura una relación estrecha con el tiempo -el mismo sentido
de aquella elaboración y gestación prolongadas de sus libros se descubre, a la
larga, no como un rasgo casual en su escritura, sino como una marca de la
casa-; y, por otro lado, apuesta por la expresión simbólica (que está insinuada
en el mismo título de aquella opera prima) de lo temporal como espacio plural,
múltiple, diferenciado y humanizado, lleno de vicisitudes y encuentros humanos
y literarios, donde la vida y la lectura y la admiración del arte se
corresponden, igual que en el poema de Baudelaire los perfumes, los colores,
los sonidos. Un ámbito temporal en que ella sitúa su poética - como se confirma
y aun se profundiza en sus siguientes libros-; tiempo en su poesía que no es el
tiempo abstracto, descarnado, sino los mundos temporales del día, las horas -
según reza el título de su libro primero-; esas horas que no son, como para
Francisco Brines, brasas; sino, más bien, fuegos vivos y mundos vividos.
La poesía de Aurora Saura tiene, pues, esa coherencia
inicial, auroral, que pocos autores tienen. Es -por así decir- una poesía
fenomenológica -que trata de lo que el maestro de Heidegger, Edmund Husserl
llamó, con expresión tan afortunada, "mundo vivido" (Lebenwelt). Vida
traspuntada en una conciencia, cosida puntada a puntada a una conciencia que es
también corriente de vida significativa, intencional; y vida, a la vez,
trascendida -en cuanto a su paso puntual y fugitivo- por unos signos dejados en
el poema, los cuales, en muchas ocasiones, son comento admirativo de otros
signos (literarios, artísticos), conversación continuada de la autora con la
misma vida a través de esos signos que escribe y de esos otros signos que le
han emocionado por su belleza o por su significado, con el que corresponde.
"Correspondencias", como subtítula Aurora Saura un poema dedicado a
Gonzalo Rojas, es la expresión cabal que encierra esa operación poética que
aventura el libro que comentamos, y vale, más allá, para toda la obra de la
poeta de Las horas, De qué árbol (1991), y Retratos de interior (1998), los tres
libros publicados con anterioridad a éste, por Aurora Saura.
La fenomenología de esas correspondencias-poemas irán,
a medida que se suceden los libros de Aurora Saura, recalando en el mundo
histórico, en el presente vivido, y poniendo su foco poético en los seres del
mundo. Estamos ya un poco de vuelta de la poesía elegíaca y de todo idilio
triste, o sentimental, con el foco en el pasado; de tanta evasiva lección que
despelecha, más cada día, hoy, la obra pasada de algunos poetas, incluso
queridos maestros, sobrevalorados. Una voz viva que nos hable del presente vivo
supone un riesgo, que asume Aurora Saura, con toda naturalidad, en este libro:
Si tocamos la tierra.
¿El título del libro no encierra una consigna, aunque
dicha en un tono educado, poético: sugerente? ¿Y no esconde cierta velada
censura crítica a la escritura evasiva?
"Toco la tierra. Miro. / Toco la tierra.
Escucho." El libro se abre con esta cita de la poeta Ángela Figuera, una
poeta perteneciente a aquella generación desarraigada a la que también
perteneció su paisano bilbaíno Blas de Otero: dos poetas, Figuera y de Otero
hoy defenestrados por la crítica miserable, textual: por tanto, dos poetas con
futuro.
Si tocamos la tierra, aunque estructurado en seis
secciones, presenta una continuidad de "suite" en su andadura
poemática. Curiosamente, se abre con una sección y un poema donde comparece la
palabra "Eternidad" -un término juanramoniano, sin duda, y en
principio, extraño a la poética de Aurora, según hemos esbozado arriba.
Sin embargo, la eternidad es, como en aquel cuento del
monje y el pájaro, un instante... O, como mejor dice el primer poema del libro:
La eternidad sólo
podría ser ese instante
en el que - dicen -
el aire está tan quieto
que el agua se olvida de helarse.
("Eternidad", p. 11)
No puede -creemos- ser dicho con más acierto (irónico)
ese límite, ese no lugar, del cual se alejará esta poesía de Aurora Saura. Esa
"inmovilidad sin aristas / para siempre... / ausencia / de los gestos,/ sentirse
vivo/ en la parálisis del viento" equivale a una vida paralizada, a
detener el tren que viene, a cada momento, a volcarnos las horas: las de ayer y
las nuevas, las aún no vividas... Esa vida eterna, que no toca tierra,
equivale, para nuestra poeta, a la inmovilidad. El cambio es sinónimo de tiempo
vivido, de un forcejeo y acuerdo -o pacto- entre el ayer, el hoy y el futuro,
para que el futuro valga las horas que esperamos, y lo pasado el tiempo que
sentimos perdido. Sin cambio no hay -en definitiva- valor.
Hemos dicho antes que la poesía de Aurora es
fenomenológica, histórica en su deriva y en muchos poemas de este libro que
comentamos (histórica quiere decir que aborda al hombre situado en el presente
histórico, y por eso puede hablar, desde ahí, del pasado; fíjense que hay mucha
pseudoliteratura histórica que falla ya en esa premisa, o sea, que no es
histórica y ni siquiera literatura). Ahora, apreciamos también, en Si tocamos
la tierra, una poesía ética, un simbolismo poético abierto a subrayar el valor
-o determinados valores- de la vida.
¿Poesía con mensaje? Dirían los incrédulos y algunos
maliciosos.
Destacamos, en el libro, un poema como el dedicado a
Primo Levi, escritor judío en lengua italiana, poeta y novelista que padeció y
se suicidó de la inhumanidad de un campo de concentración nazi. "Lager
(Primo Levi in memoriam)":
Quién volverá a decir con labios puros
la palabra lager.
Quién la salvará del horror (...)
Decidla ahora vosotros
la palabra lager.
Decidla despacio con voces generosas.
No olvidéis la desesperanza,
el dolor (...)
Que vuelva lager
a ser en vuestras bocas
una palabra humilde,
y
digna,
y verdadera.
("Lager", p. 37).
El poema está dedicado a la hija de la poeta y a los
jóvenes alemanes.
Creemos que sobra el comentario: el lenguaje, sencillo
y digno, de este poema es ya, por sí solo, una reivindicación de lo humano.
Queremos detenernos también en otro poema, que expresa
otra vertiente del mismo accidente geográfico, temporal, de esta poesía. El
poema se titula: "Mar aún de verano", está amparado en una cita del
poeta Salvador Espriu. (p. 62). Dice la cita de este poema de Espriu, uno de
los mejores del siglo XX, escrito en lengua catalana: "A la vora del mar.
Tenia una casa,/ el meu somni. A la vora del mar."
Así debió de ser.
Eras paisaje de la infancia,
infancia pura. (...)
Eras una presencia
como de quien se ha muerto
pero nunca se ha ido.
Hoy eres más que estos días:
la vida de otro tiempo
delante
de los ojos.
("Mar aún
de verano").
La sencillez en el modo de comunicar y la
concentración y pureza de los significantes se alían, en este libro de Aurora
Saura, con la profundidad y la tensión en la palabras. Como en ese poema
admirable, escrito en correspondencia con Espriu, de ahí - de esos mínimos y
necesarios ingredientes - surge un acorde, algo inefable, que es la tierra de
la poesía.
Merecerían más comentario otros registros de esta
poesía, como el registro apuntado en el poema "A propósito de Juan";
o el registro, que señalamos al principio de esta reseña, donde se suma la
poeta a la conversación con figuras artísticas o literarias, cuyos signos
salvan una huella del tiempo: como los poemas dedicados a Rosalía de Castro, a
Orfeo en los infiernos, o al cuadro de Vermeer Mujer leyendo junto a la ventana.
Fuente: http://diariopoliticoyliterario.blogspot.com.es/2013/04/la-tierra-de-aurora-saura-comentario.html
Fuente: http://diariopoliticoyliterario.blogspot.com.es/2013/04/la-tierra-de-aurora-saura-comentario.html
ENTREVISTA
A AURORA SAURA (julio 2016)
-¿Qué
espera que el lector comprenda de usted a partir de sus poemas?
-Pues
yo quisiera que no se preocuparan mucho por comprender de mí, que no pensaran
en mí, aunque los que me conocen sí que me preguntan si un poema concreto tiene
que ver con esto que pasó o con aquel chico. Luego, evidentemente, los lectores
pueden ver qué personalidad tengo, qué intereses, y eso está bien. De hecho,
hay tertulias donde se pretende conocer al autor realmente, pero a mí lo que me
interesaría es que ellos sintieran lo que a mí me ha motivado a escribir ese
poema y lo que me ha motivado después a publicarlo y no a guardarlo. Quisiera
que sintieran el ‘chispazo’ que hizo despertar el poema. Leer más...