Tres poemas. Generación de los 50.
En nuestro largo preludio a la lectura de la obra poética de Miguel Hernández continuamos aproximándonos a distintas expresiones poéticas. Si en la última sesión abordamos la lectura y comentario de tres poetas de la Generación del 27, este mes nos acercaremos a otros tantos poetas de la Generación de los 50: Antonio Gamoneda, José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma.
EXISTÍAN tus manos.
Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.
Tus manos fueron suaves en las mías
y yo sentí la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.
Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.
(Antonio Gamoneda. Exentos I. 1959-60 y 2003)
Ha pasado algún tiempo. El tiempo pasa y no deja nada. Lleva,
arrastra muchas cosas consigo. El vacío, deja el vacío. Dejarse
vaciar por el tiempo como se dejan vaciar los pequeños crustá-
ceos y moluscos por el mar. El tiempo es como el mar. Nos va
gastando hasta que somos transparentes. Nos da la transparen-
cia para que el mundo pueda verse a través de nosotros o pue-
da oírse como oímos el sempiterno rumor del mar en la conca-
vidad de una caracola. El mar, el tiempo, alrededores de lo que
no podemos medir y nos contiene.
(Desde el otro costado)
(José Ángel Valente. Fragmentos de un libro futuro. 2000)
NO VOLVERÉ A SER JOVEN
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
Y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
(Jaime Gil de Biedma. Poemas póstumos. 1968)