No sólo no tuve ningún problema con esta novela, sino, que, además, nadie se reconoció en ella, esto es lo que más me chocó, personas de las que yo había tomado frases enteras, discursitos, tics, pues nada, me decían lo bien que lo habían pasado leyendo mi novela, cuánto se habían reído, cuánta razón tenía, y yo no salía de mi asombro.
'Cinco horas con Mario' nos sitúa en el día 24 de marzo de 1966. Mario Díez Collado, 49 años, casado, catedrático de instituto, padre de cinco hijos, acaba de fallecer víctima de un infarto de corazón. Tras las previstas visitas de condolencia, su mujer, María del Carmen Sotillo, familiarmente conocida como Menchu, se dispone a velar a su difunto esposo.
Estamos ante uno de los personajes que más comentarios ha suscitado entre lectores, críticos y estudiosos de la literatura española contemporánea. Menchu, viuda y madre de cinco hijos cuyo relato nos va acercando, página tras página, a un tiempo que el lector quizá haya conocido, y al personaje que el lector nunca verá: Mario.
Durante cinco horas, esta mujer de su casa y de otras cosas lee unos textos de la Biblia subrayados por Mario, lo que le da pie a una amplia y desordenada reflexión sobre sus casi cinco lustros de vida en común.
La viuda recuerda numerosos momentos y le cuenta a Mario todo lo que no ha podido o debido o querido contarle durante sus años de convivencia. El autor, en un ejercicio magistral de análisis del personaje, nos adentra en el mundo asfixiado por las contradicciones en que habita Carmen Sotillo.
Y Carmen Sotillo velará durante esa noche el cuerpo de su marido, le contará, y le reprochará... y le confesará. Porque esa noche será para ella como una noche de bodas... no dedicada al amor, sino a la palabra, a la palabra contra el difunto que no puede oír ni hablar.
Y durante esa madrugada de velatorio que va deslizándose, hora tras hora, entre reproches y confesiones a lo largo de los veintisiete capítulos escritos entre el prólogo y el epílogo, la viuda irá desgranando todo un rosario de temas, cercanamente relacionados con su época, unos, y otros, los más, señalando los claroscuros –más bien oscuros- de la condición humana, no ceñidos a tiempos ni circunstancias históricas. El lector reconocerá entre aquéllos un cierto color ibérico a lo largo y ancho del largo quejido de Carmen: el clasismo, la envidia, la familia... todo aquello que la mayoría de mujeres españolas de aquellos años habían asumido durante su educación e instrucción.
Esta soledad llena de palabras de una mujer durante el velatorio de su esposo figura entre las piezas más difundidas del repertorio del autor vallisoletano, tanto en su versión original, en forma de novela, como en su posterior traducción al lenguaje teatral.
Y eso, el lenguaje, es otro de los aspectos más interesantes de esta obra. Llama la atención la caricaturización del léxico de raíces castellanas… pero real, tan real como falsificado, pues fue el lenguaje creado por la burguesía, esa fea burguesía desarrollada durante las décadas franquistas.
Y más, mucho más… en 'Cinco horas con Mario' tendremos que soportar el léxico vulgar, la imprecisión, la reiteración, y tópicos, comodines, frases hechas, elipsis, anacolutos, concordancias equivocadas, etc.
Otro aspecto del que disfrutará el lector-espectador: la técnica. Entre los múltiples recursos técnicos que empeña Delibes en esta obra destaca, ya lo hemos comentado, el monólogo interior -aspecto esencial en la renovación de las técnicas narrativas de los años 60, aunque trabajado mucho antes por Faulkner, Woolf o Joyce-, una herramienta que permite a la esposa de Mario ese constante uso de la segunda persona que increpa, que culpa, que se obsesiona, que hace las más caprichosas asociaciones.
«Mario, cariño, lo que pasa es que ahora os ha dado la monomanía de la cultura y andáis revolviendo cielo y tierra para que los pobres estudien, otra equivocación, que a los pobres los sacas de su centro y no sirven ni para finos ni para bastos, les echáis a perder, convéncete, enseguida quieren ser señores y eso no puede ser»
Mario ha muerto dejando atrás un mundo social y doméstico atroz. El amor ha desaparecido. La religión es caricatura y máscara. El Poder muestra sus temblores de cosa caduca, aunque sigue aniquilando. Delibes nos regala para siempre un insuperable retrato de los valores morales de la sociedad franquista a través de las ideas de Carmen, perfecto ejemplo de súbdita perfecta.
Y es que, fuera de este libro, en nuestra vida “real”… ¿quién no se ha tropezado con Carmen Sotillo alguna vez?
No hay comentarios:
Publicar un comentario