Escrita en 1959, La Tregua es la novela más leída de de entre las pocas novelas del escritor uruguayo. El peso gris de los días, alimentados tristemente por la frustración y la ausencia de perspectivas de la clase media urbana, impregna las páginas de esta novela, que, adoptando la forma de un diario personal, relata un breve periodo de la vida de un empleado viudo, próximo a la jubilación, cuya existencia se divide entre la oficina, la casa, el café y una precaria vida familiar dominada por una difícil relación con unos hijos ya adultos.
No se le escapa al lector la crítica a la sociedad moderna, a los modos de vida urbanos que Benedetti va subliminalmente entrelazando entre confesión y confesión de Martín Santomé.
Una inesperada relación amorosa, que parece ofrecer al protagonista un horizonte de liberación y felicidad personal, queda trágicamente interrumpida y será tan sólo un descanso, una tregua en su lucha cotidiana contra el tedio, la soledad, el sinsentido y el paso implacable del tiempo. El existencialismo que deja verse por parte de su protagonista a lo largo de su novela-diario nos recuerda, salvando las distancias enormes, al pintor que nos confesaba el asesinato de su amada en una novela escrita doce años antes y que ya leímos en nuestro club: El túnel, de Ernesto Sábato, cuya adaptación al teatro fue protagonizada por el actor argentino Héctor Alterio, quien también "es" Martín Santomé en la primera versión cinematográfica de La tregua (Sergio Renán, 1974).
Benedetti, a quien Vázquez Montalbán define como “romántico situado ante el tercer milenio”, bebe de sus experiencias personales de empleado de oficina (trabajó desde los catorce años en la empresa Will L. Smith, S.A., de repuestos para automóviles), y de su labor como funcionario público de la Contaduría General de la Nación para configurar los comportamientos de Martín Santomé.
A sus 49 años está cansado de la vida sedentaria de la oficina. Su obsesión son los seis meses y veintiocho días que le faltan para jubilarse. Su viudez, desde hace 25 años, años de sexualidad entre cenizas, de amores que no fueron, se complica en relación con los hijos.
El novelista uruguayo rompe ciertos convencionalismos para profundizar en el proceso de enamoramiento, un proceso que en todo momento no se deshace de la sombra del desencanto, del sinsentido de la vida. Las elucubraciones de Santomé en torno a la amada, Laura Avellaneda, nos va dejando retazos acerca de la superación de la amistad, el placer, el futuro soñado.
La tregua, dirigida por Sergio Renán en 1974. Película completa.
Pero las circunstancias opuestas de los dos oficinistas, la distancia en años entre Laura y Martín, pueden derivar en el futuro en un «inevitable desencuentro». A través de los encuentros en el café, la amistad, las muestras de confianza se transforman en «secreto compartido». El abrazo, el primer beso generan «un único futuro tangible». Para la consumación amorosa, Benedetti transmite al agente narrador, Santomé, una elocución en tempo lento para diseñar las reacciones de Avellaneda, para registrar su tensión y su incapacidad para abandonarse al futuro, un futuro gravemente condicionado por la presencia permanente del pasado y el innato existencialismo del protagonista:
La vida se va, se está yendo ahora mismo, y yo no puedo soportar esa sensación de escape, de acabamiento, de final. Este día con Avellaneda no es la eternidad, es sólo un día, un pobre, indigno, limitado día, al que todos, desde Dios para abajo, hemos condenado. No es la eternidad pero es el instante que después de todo, es su único sucedáneo verdadero (29 de agosto).
El agotamiento frente a la vida, el no futuro y la sombra de la muerte marcan la ruptura del amor de los oficinistas.
La duda ante la propia existencia y el paso del tiempo dibujan la coda perfecta para esta novela:, un final -entre interrogantes- de un diario que Martín Santomé clausura el último día de trabajo:
Desde mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará a mis órdenes. Después de tanta espera, esto es el ocio. ¿Qué haré con él?
Benedetti, en 1969, incluye en su obra Poemas de la oficina y otros expedientes la composición «Laura Avellaneda».
Usted martín santomé no sabe
cómo querría tener yo ahora
todo el tiempo del mundo para quererlo
pero no voy a convocarlo junto a mí
ya que aun en el caso de que no estuviera
todavía muriéndome
entonces moriría
sólo de aproximarme a su tristeza
usted martín santomé no sabe
cuánto he luchado por seguir viviendo
cómo he querido vivir para vivirlo
pero debo ser floja incitadora de vida
porque me estoy muriendo santomé
usted claro no sabe
ya que nunca lo he dicho
ni siquiera
esas noches en que usted me descubre
con sus manos incrédulas y libres
usted no sabe cómo yo valoro
su sencillo coraje de quererme
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