¿Qué es Alma? Es un no-libro, es una no-novela, es un
artefacto que huye despavorido de lo convencional, es un monólogo, es un
catálogo de lúcidos pensamientos, es una reflexión sincera y descarnada, es una
parábola del interior desbordante de un escritor inquieto, urgente que, como un
virus rabioso, acaba por infectar a quien lo lee. Alma es un ‘relato’ que
desdeña el propio argumento como sostén literario.
En varias ocasiones llegamos
a leer que lo que menos le interesa a su narrador, (posiblemente Javier Moreno)
es la trama de un libro. Y ciertamente, este libro esconde una trama física
para deslizarse por una geografía mental y luminosa pero escabrosa en la que la
voz narrativa deambula errática, pero a un ritmo endiabladamente intuitivo y
voraz.
El narrador, en un arranque de honestidad y brillantez, nos da cuenta de
todo lo que pasa por su mente. Hace un recorrido por recuerdos, pensamientos,
ideas, fantasmas personales y vitales y nos muestra los más recónditos
escondrijos de su Alma.
Pero, en una especie de juego, también nos presenta a
una pareja de personajes –Eduardo, joven anodino, y María, hermosa mujer que ha
perdido el don de la fotogenia- transitando al fondo del libro como seres
secundarios, como extras que se hallan al margen de esta no-historia de estirpe
metaficcional.
También, para rizar más el rizo de la no-narración, Dios será
invitado y se erigirá como actor de reparto en la trama que Javier Moreno ha
ideado con tanta maestría.
Fuente: http://acantiladosdepapel.blogspot.com.es/2014/01/alma-de-javier-moreno-resena-n-591.html
ENTREVISTA A JAVIER MORENO
Aparecida en este año 2011, Alma (Lengua de Trapo) es una
novela distinta a lo habitual hoy en día, una obra que se sale de la corriente
comercial y de sus imposiciones de ligereza y simplicidad para recuperar el
gusto por la obra literaria como una propuesta estética, también filosófica; la
novela como un pequeño intento de interpretación del mundo.
En esta su cuarta
novela, Javier Moreno afronta ese reto —el de “leer estéticamente” la realidad—
que hasta no hace mucho era el objetivo principal de una buena novela. El
resultado es un libro extraño, exquisito, extemporáneo.
A lo largo de su escritura procuré que el fraseo compusiera
una serie de imágenes que se fueran tejiendo hasta dar lugar a una constelación
global -la de la novela- donde el lector encuentra al fin y al cabo una
estructura. Curiosamente, pese a ser una novela sin trama, ocurre que muchos
lectores la leen de un tirón, pendientes de una intriga invisible. En nuestros
días abundan los thrillers de todo tipo que basan todo su valor en el golpe de
efecto final. A veces hasta en la aparición de hijos o padres secretos, como en
la más rancia y cansina novelística del XIX. Es una opción. La de sacrificar la
escritura en aras a ese efecto final del que hablas. Yo creo más en la
intensidad de cada frase, incluso de cada palabra. No me interesa demorar la
gratificación del lector hasta la última página (Joyce decía al respecto que la
intriga era la publicidad de la última página) sino que —más considerado, más
generoso; al fin y al cabo la relación entre escritor y lector tiene una
componente de erotismo— distribuyo el placer de la lectura equitativamente a lo
largo de todas y cada una de las páginas. El lector no siente así la necesidad
de escarbar trabajosamente durante docenas y docenas de páginas para encontrar
su recompensa.
A mí Alma me parece casi un acontecimiento literario. Tu
novela entronca, en mi opinión, con lo más avanzado a que llegó la novelística
del XX en lo conceptual. La novela vista como un proyecto artístico que
pretende reflejar un mundo en constante caos y cambio, mediante elementos como,
por ejemplo, el pensamiento incesante (para lo bueno y para lo malo, o sea,
para lo inteligente y lo no tanto), las continuas digresiones, apenas sujetas
por un leit-motiv…
Creo que un autor no es quién para juzgar si su obra es o no
un acontecimiento. Que una obra artística o un hecho se convierta en
acontecimiento depende de muchas circunstancias, muchas de ellas ajenas al
propio fenómeno. Son los receptores (en este caso los lectores) los que deben o
no ver en una obra un acontecimiento. Este tiene que ver de algún modo con la
ruptura, con un ‘antes y un después’. Alma es una pequeña mutación de obras y
autores anteriores -no todos literarios, como tú bien apuntas-. A veces las
pequeñas mutaciones desencadenan importantes cambios. Es, repito, el lector
quien debe juzgar la importancia de ese cambio. Lo que sí es cierto es que se
trata de un proyecto tanto literario como artístico e incluso vital (al menos
durante el tiempo de su escritura), aunque uno puede asomarse a este libro como
a una novela, que es al fin y al cabo de lo que se trata. “La realidad sin
adulterar”, dices en repetidas ocasiones, y atraparla parece ser la obsesión de
esta novela. Soy un escritor realista. Me apasiona la realidad. Pero mi modo de
perseguirla no tiene nada que ver con el realismo decimonónico. Cada vez más se
nos imponen los lenguajes para hablar de las parcelas que conforman la realidad
(psicología, política, arte…). Estos lenguajes acaban convirtiéndose en una
especie de convención que pretende propiciar el consenso -y, por tanto, la
uniformidad- en torno a la particular disciplina de la que se ocupan. Lo que
consiguen, sin embargo, es esconder lo que hay debajo, lo real. Lo real es algo
inaprensible, que se deforma cuando se toca (como el vilano que aparece
repetidamente en la novela). Acercarse a ello requiere cuidado, sensibilidad…
Leo un fragmento de
tu novela: “Me he investigado repetidamente a mí mismo. Y nunca he encontrado
nada. Sólo he aprendido cosas de lo que está ahí fuera. Mis pensamientos forman
parte del paisaje”. Uno de los aspectos que se acabó criticando a los
escritores más avanzados del siglo XX fue su excesivo “ombliguismo”. Tú, sin
embargo, pareces negarte en este fragmento como persona y afirmarte como un
hecho circunstancial.
Esta novela es muy subjetiva y, al mismo tiempo, todo lo
contrario. El sujeto (el narrador, yo mismo) no es aquí sino una herramienta
para asomarse a las cosas. Supongo que a mucha gente le sorprende esa mezcla de
intimidad y de objetividad, de poesía y de espíritu científico. El secreto está
en verse a sí mismo como algo ajeno. Me parece una buena cura para el
narcisismo que prolifera en nuestros días. Podemos ser dueños del espejo, pero
no de los reflejos que aparecen en él. Alma funciona a manera de un espejo que
sirve para reflejar tanto lo de dentro como lo de afuera. En una novela como
Alma, con ese afán totalizador al menos de una minúscula porción del mundo,
imagino que lo más difícil es establecer dónde se halla el punto final del
libro, o el cambio de capítulo. Esta es una novela donde predomina
fundamentalmente la continuidad. Continuidad entre realidad y ficción,
continuidad entre los distintos registros que componen una subjetividad
(confesiones, recuerdos, invenciones, diálogos ficticios…). El final vuelve a
ser el principio. Me gusta concebir libros que, más que extensión, posean
grosor. No hablo, naturalmente, del número de páginas, sino de la textura del
tiempo. Tenía claro que la temporalidad de la novela sería continua, que cualquier
instante podría estar conectado con cualquier otro. Sobraban entonces las
elipsis. Los puntos y aparte. Alma ha recogido, y así lo creo, mucho del genial
legado de la novelística del XX, pero libre de esos experimentalismos, al final
poco más que tipográficos, que acabaron espantando a muchos lectores. Solo
concibo la literatura desde un punto de vista experimental. Nadie entendería
que la física se ocupase todavía de la ley de la gravedad de Newton o la
biología de las leyes de Mendel. En ese sentido me siento completamente afín a
la ciencia. Y la literatura, en cierto modo, lo es. Una ciencia de las
emociones y de las percepciones. Los buenos libros son los que reflejan el modo
de sentir, si no de todo el mundo, sí de buena parte de sus lectores; los que
nos descubren algo acerca de nosotros mismos. La buena literatura —como una
buena teoría científica— sirve de modelo y al mismo tiempo modela la realidad.
Se equivoca quien piensa que en la actualidad se siente igual que hace
cincuenta o cien años. No es cierto. Las emociones quizás sean las mismas, pero
no los modos ni los caminos a través de los cuales accedemos a ellas. Otra cosa
es que el experimentalismo se confunda con la improvisación y la ocurrencia. Yo
distinguiría una cosa de la otra.
En todo caso, la tuya es una propuesta muy valiente hoy en
día, cuando los lectores piden, cada vez más, historias sencillas de leer (o
mejor, simples de leer), encuadradas en una fórmula de éxito y que no impliquen
muchas complicaciones.
La gente lee lo que
tiene a su disposición, lo que se publicita, lo que se vende. Por otra parte no
sé si calificar de valiente el escribir lo que uno quiere escribir. A mí me
parece simplemente honesto. Creo que hay un tipo de lector que valora esa
honestidad. En Alma, y quizás como una concesión a la narrativa “tradicional”,
hay como una tenue historia de amor dibujándose al fondo… Sí. Se trata de una
historia de amor en los tiempos de facebook. María y Eduardo no se conocen
personalmente. Serían incapaces de reconocerse si se vieran en persona, a pesar
de haber compartido docenas de mensajes y perfiles de facebook. Es como una de
esas historias en las que los amantes solo pueden coincidir durante algunas
horas del día o como In the mood for love, de Wong Kar-Wai, donde la pasión amorosa
se justifica de algún modo por su imposibilidad de consumación.
Javier Moreno (n. La Cueva Monteagudo, Murcia, España; 1972) es un
escritor, poeta y crítico literario español.
Es autor de novelas como: Buscando Batería (Bartleby, 1999), La Hermogeníada
(Aladeriva, 2006), Click (Candaya, 2008; Nuevo Talento FNAC) y Alma (Lengua de
Trapo, 2011), así como del libro de relatos Atractores extraños (InÉditor,
2010).
Ha sido galardonado con el Premio Nacional Fundación Cultural Miguel
Hernández (Cortes publicitarios, Devenir, 2006) y con el Premio Internacional
de Poesía Joven La Garúa (Acabado en diamante, La Garúa, 2009).
Ejerce la crítica literaria en Deriva, Revista de letras y en Quimera.
OBRAS
Novela
Buscando Batería. Bartleby, 1999
La Hermogeníada. Aladeriva, 2006
Click. Candaya, 2008
Cortes publicitarios. Devenir, 2006
Acabado en diamante. La Garúa, 2009
Renacimiento. Icaria, 2009
Alma. Lengua de Trapo, 2011
2020. Lengua de Trapo, 2013
Acontecimiento. Salto de Página, 2013
Relato
Atractores extraños. InEditor, 2010
Un paseo por la desgracia ajena. Salto de Página, 2017
Poesía
Acabado en diamante. La Garúa, 2009
Teatro
La balsa de Medusa (Espacio escénico DT, Madrid, 2007)
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